Día 4º. SÁBADO 20 de Febrero al reconocernos pecadores podemos
recibir la misericordia divina
Nos dice Dios que nos portemos bien con los demás, sin insultar.
“Entonces llamarás, y el Seor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: "Aquí
estoy!"… tú serás como un jardín bien regado”, nos dará el Seor todo lo que
necesitamos, si nosotros lo hacemos con los demás, si no los dejamos solos. ¿A
quién puedo dar una alegría? ¿Quién espera algo de mí, a mi alrededor?
Dicen que un joven iba por carretera en coche, cuando vio a una señora
anciana, fuera de un coche parado, al lado de la carretera. Llovía fuerte
y oscurecía, y al verla necesitada, detuvo su coche y se acercó. La señora al
verle vestido pobremente tuvo miedo, y el joven le dijo: “Estoy aquí para
ayudarla, señora, no se preocupe. ¿Por qué no entra en el coche que estará
mejor? Me llamo Renato”. Ella tenía una rueda pinchada y Renato la cambi… la
mujer le contó que estaba de paso, y que se encontraba perdida en aquel lugar,
sin saber qué hacer, y no sabía cómo agradecer la preciosa ayuda; preguntó qué
podía pagarle. Renato respondi: “Si realmente quisiera pagarme, la próxima
vez que encuentre a alguien que precise de ayuda, déle a esa persona la ayuda
que ella necesite y acuérdese de mí”...
Algunos kilómetros después, la señora se detuvo en un restaurante más
bien pobre. La camarera era joven, muy amable, le trajo una toalla limpia para
que secase su cabello y le dirigió una dulce sonrisa... estaba con casi ocho
meses de embarazo, le notó cierta preocupación en su cara, y quedó curiosa en
saber cómo olvidaba sus problemas para tratar tan bien a una extraña, y le dio
pena que trabajara hasta tan tarde, en esas condiciones. Entonces se acordó de
Renato. Después que terminó su comida, se retiró... Cuando la camarera volvió
notó algo escrito en la servilleta, en la que había 4 billetes de 500 euros... Leyó
entre lágrimas lo que decía: - “Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien
me ayudó hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tú realmente quisieras
reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo,
ayuda a alguien”. Aquella noche, cuando fue a casa, cansada, pensaba en el
dinero y en lo que la señora dejó escrito... ¿Cómo pudo esa señora saber cuánto
ella y el marido necesitaban de aquel dinero? Con el bebé que estaba por nacer
el próximo mes, todo estaba difícil... Quedó pensando en la bendición que había
recibido, y que últimamente estaba enfadada con su situación y que las cosas no
iban bien con su marido; cambió su cara y dibujó una gran sonrisa... Agradeció
a Dios y besó a su marido con un beso suave y susurró: -“Todo estará bien: te
amo... Renato!”
En la película "Cadena de Favores" vemos esta idea: un niño inicia un
movimiento que sugiere que alguien haga un favor grande a tres personas; cada
una de esas tres personas ayudará a otras tres, y así sucesivamente, hasta
llegar a un nivel donde el se multiplican los favores y buenas intenciones y se
logre mejorar el lamentable estado en el que está el mundo. El niño entonces
ayuda a quienes más cerca están de él, sin darse cuenta del lío que va a
organizar, como una gran ola de gente que le va a seguir. Uno se puede dejar
contagiar de la agresividad que nos rodea, el “mal rollo”, o puede sembrar
amabilidad. Uno puede ir a la suya, y construir su destino, o bien hacer el bien,
y ayudar a todo el que te necesite. La vida es algo misterioso, y la historia de
Renato sería una cursilada si no fuera porque experimentamos que en nuestras
vidas muchas veces es realmente así... en la medida que hagamos a los demás,
ellos harán con nosotros; la vida es un espejo... ciertas “casualidades” nos hacen
ver que todo lo que uno da, ¡vuelve a uno! Es como si hubiera un espejo que
funciona con lo que expresamos; si damos odio nos vuelve odio, si lo que damos
a los demás es amor, también lo recibimos. ¿Siempre? Porque a veces parece
que no recibimos lo que damos: en realidad lo recibimos siempre, pero de otro
modo, pues el fruto más importante de nuestras acciones ya ha crecido en
nuestro interior, aunque fuera no germine aparentemente; aunque no siempre
se ven los resultados, aún así vale la pena. La regla de oro siempre es la del
Evangelio: hacer a los demás lo que queremos que hagan con nosotros,
sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir
Hoy, Jesús invita al publicano Levi-Mateo a seguirlo. Y el pecador se
levanta, lo deja todo y va en seguimiento de Jesús. Le ofrece un gran banquete
para celebrar su conversión. San Mateo era antes un recaudador de impuestos,
vendido a los romanos, hacía un negocio sucio, y era odiado: por ser un traidor
del pueblo. El Señor lo miraría con cariño (una mirada de misericordia, que llena
de esperanza), y le dijo: “Sígueme”. Le dicen “cmo es que comes con
publicanos y pecadores?” y Cristo dirá: “no he venido a los justos, sino a los
pecadores a que se conviertan”, y es que los que se creen justos no se dejan
salvar… Él es el remedio de nuestros males: todos andamos un poco enfermos y
por eso tenemos necesidad de Cristo. Debemos ir a Él como el enfermo va al
médico, diciendo la verdad de lo que le pasa, con deseos de curarnos: “Seor, si
quieres, puedes curarme”. Y el Seor actuará: “Quiero, sé limpio”. También
dice: “Id y mostraos a los sacerdotes”, y vamos al sacramento de la penitencia.