Debilidad, lucha y esperanza
Homilía para el I Domingo de Cuaresma (A)
Cada ao “la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de
Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor,
haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciacin cristiana”
(Benedicto XVI). Este itinerario comprende el anuncio de la Palabra, la
acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el
Bautismo, la efusión del Espíritu Santo y la comunión eucarística. Un
trayecto que los catecúmenos han de transitar por primera vez y que los ya
cristianos hemos de actualizar.
La escena evangélica en la que contemplamos a Jesús ayunando durante
cuarenta días y siendo tentado por el diablo (cf Mt 4,1-11) nos invita a
tomar conciencia de nuestra debilidad; a luchar contra el Enemigo, el
diablo, que – como nos recuerda el Papa -“actúa y no se cansa, tampoco
hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Seor”; y, en tercer lugar,
a abrirnos a la esperanza, basada en la victoria de Cristo, de vencer a las
seducciones del mal.
¿En qué consiste nuestra debilidad? De algún modo, en nuestra propia
naturaleza herida, que arrastra – querámoslo o no – las consecuencias
temporales del pecado original: la amenaza del sufrimiento, el desafío de la
enfermedad, la intimidación de la muerte, el ataque de nuestras fragilidades
y el continuo peso de nuestra inclinación al pecado, de nuestra
concupiscencia.
¿Cuál es nuestra lucha? Es, ante todo, el combate de la conversión, que
tiene como punto de mira la santidad y la vida eterna a la que el Señor nos
llama. En este duelo, el diablo no concede tregua. La Sagrada Escritura, la
Tradicin y el Magisterio de la Iglesia nos recuerdan la existencia de “una
voz seductora, opuesta a Dios, que, por envidia”, nos empuja hacia la
muerte (cf Catecismo 391). Es la voz de Satán y de los otros demonios,
ángeles caídos cuyo fin es encantar a los hombres para apartarlos de Dios.
El Concilio Vaticano II nos recuerda que “a través de toda la historia del
hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que,
iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día según dice
el Seor” ( Gaudium et spes , 37). Paradójicamente, en una época
caracterizada por el avance de la ciencia y de la técnica, son muchas las
personas que, por una curiosidad malsana, se exponen a la turbia
fascinación del demonio dejándose encandilar por el ocultismo, la magia o
la hechicería.
¿En qué se apoya nuestra esperanza? Se fundamenta en la victoria de
Cristo sobre el Tentador. Jesús, a diferencia de Adán y de Eva (cf Gn 2,7-9;
3,1-7), vence al diablo en el desierto, en el lugar de la prueba (cf Dt 8,2-6),
sabiendo que “no slo de pan vive el hombre”. Vence en el templo, en el
centro del mundo – ya que los judíos consideraban el templo el centro del
universo - , manteniendo la confianza en la presencia del Padre. Vence
también en un monte alto, que simboliza el ámbito del encuentro entre Dios
y el hombre, recordando que hay un solo Dios.
San Mateo anota que “lo dej el diablo, y se acercaron los ángeles y le
servían”. El verbo que emplea es “servir” – “diakonéo” -, que en la Biblia
incluye el servicio cultual a Dios. Jesús es el Siervo de Dios. El culto que ha
rechazado dar al demonio es el que ahora le manifiestan los ángeles a Él
mismo. Él es, en verdad, no sólo un hombre, sino el Hijo de Dios hecho
hombre.
Guillermo Juan Morado.