“Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio”
Mt 4, 1-11
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
UNO DE LOS RELATOS MÁS MISTERIOSOS E INCOMPRENSIBLE O ENIGMÁTICO
DE LOS EVANGELIOS
Decía al principio de este comentario, que nos encontramos con uno de los relatos más
misteriosos e incomprensible o enigmático de los evangelios según san Mateo, en el se
expone un elemento diabólico; la tentación. Así es como hay que responder ahora
algunos interrogantes.
Primero, ¿por qué el Mesías va al desierto a “ayunar” y a ser “tentado por el diablo,” y
para ello, además, es “movido” o “llevado” por el Espíritu Santo? Esto es ya un misterio,
pero que Dios traza. Son los planes de Dios.
Y en estas “tentaciones” A prueba,” en la primera ¿y por qué el Mesías tiene “hambre”?
No se resuelve por el recurso fácil del milagro, sino por el abandono a la Providencia de
Dios. Si se hubiese hecho conforme a la proposición diabólica, el Mesías no seguiría el
mesianismo profético, espiritual y de dolor (Isaías), que Dios trazó.
La segunda “tentación,” la espectacular, de bajar en la hora esplendente del Templo en
manos de ángeles ¿la gente vería los ángeles? , era provocar el mesianismo por
aclamación de triunfalismo espectacular. Lo que no era el Mesías profético, que
triunfaría, finalmente en la cruz.
La tercera “tentación” era exponer que Jesús no recibe el poder de Satanás como los
fariseos decían de los milagros de Jesús , sino de Dios. No era por recursos políticos
piénsese en tantos tronos de entonces logrados por sangre, en el fondo, por Satanás
. Es verdad que en el salmo 2:6.8 se prometen al Mesías los reinos de la tierra. Pero
éstos no le vienen por donación de Satanás, que no tiene, sino de Yahvé. Lo llamaron
en vida “endemoniado” y que realizaba prodigios en virtud del diablo. Es aquí la
proclamación de los poderes mesiánicos, y del mesianismo universal, que Dios le dio.
ORACION
Oh Padre, tú que has ofrecido al hombre vivir en comunión contigo y que, cuando Adán,
el progenitor soberbio, pecó no lo abandonaste en el abismo de su caída: mírame
también a mí, sácame de la angustia en la que me precipita el deseo de ser un dios que
encuentra en sí mismo la norma del bien y el mal.
Oh Cristo, tú que nos has rescatado del pecado de Adán y has seguido el camino de la
obediencia indicado por tu Padre hasta la cruz: sálvame también a mí, que deseo
saciarme de cosas, de gloria y de poder, aunque quedo desilusionado y hambriento
porque la Vida está en otra parte.
Oh Espíritu, tú que condujiste a Jesús al desierto para que, victorioso del mal, pudiese
restituir al Padre la sumisión amorosa que cada uno de nosotros le hemos negado:
ilumíname y fortalece mi corazón, para que aprenda a discernir tu voluntad y la cumpla
sin temer fracasos o burlas, con humildad obediente, en la libertad del amor .