Comentario al evangelio del Viernes 18 de Marzo del 2011
Dios toma en serio nuestra vida y nuestra libertad. Tanto que no puede ser indiferente lo que hagamos
o no con ella. Muchas veces decimos no creer en un dios juez, castigador-premiador, ligado a los
criterios objetivos de un árbitro imparcial y aséptico. Decimos que el Dios de Jesús en quien creemos
es un Dios que hace salir el sol sobre buenos y malos, que su misericordia y bondad superan toda
justicia, que no hay razón para temer. Y sin embargo, llegamos a la vida diaria, y seguimos
encontrándonos aplastados y apesadumbrados por enormes culpas que a menudo no somos capaces de
convertir en una vida nueva. Otras veces nos vemos envueltos en “piedras” con las que tropezamos
una y otra vez; sabemos que nos hace daño o dañamos a otros, pero refugiados en nuestra propia
pereza y una supuesta “manga ancha” de Dios, nos decimos a nosotros mismos que no es tan
importante, que somos limitados, que no es para tanto, que hay que vivir... Y al final, la vida real y
cotidiana se nos impone. La maldad lleva consigo su propio pago, porque engendra mal. Nadie nos
castiga. Sufrimos las consecuencias, sin más. E igual con el bien que hacemos: se torna bendición para
nosotros y para los demás.
Por eso, sigue siendo nueva la invitación de Jesús a ser “mejores que los escribas y fariseos”, a no
contentarnos con lo mínimo, con lo que está mandado, con lo cumplido. Estamos llamados a ir más
allá. A adelantarnos al bien, a aborrecer el mal, más allá de la retribución que recibamos o del
reconocimiento que se nos haga. Estamos llamados, en último término, a encarnar en nuestra vida lo
que decimos creer: que la misericordia y la ternura de Dios adelantan en mucho a la justicia estricta.
Que merece la pena vivir un poco más allá, dando más de lo imprescindible, exigiéndonos más de lo
que sería necesario para “seguir tirando”.
Seguramente ninguno de nosotros somos malas personas. No sé si muchos seremos buenos. Y más
dudas aún, si se trata de ser “cristianos”= otros Cristos para los demás. La vida y el bien del otro nos
preceden: no lleguemos tarde a la cita. Y menos aún, poniendo como excusa el que ya cumplimos lo
mandado. Ni siquiera cuando se trata de la ley de Dios.
Vuestra hermana en la fe, Rosa Ruiz. Misionera Claretiana (rosaruizarmi@gmail.com)
Rosa Ruiz. Misionera Claretiana