I Semana de Cuaresma, Ciclo A
Introduccion a la Semana
En el dintel de la Cuaresma hay una llamada perentoria a la conversión, a
cambiar, a regirse por criterios nuevos. Y a hacerlo en la perspectiva de la
Pascua, pasando de las tinieblas a la luz. El horizonte es, pues, luminoso,
aunque de una claridad que nos deslumbra: “Sed santos, porque yo soy santo”,
dice el Señor. Una meta que parece inasequible, si no fuera porque Jesús nos la
acerca, invitándonos a alcanzarla mediante la ayuda a cualquier necesitado, en
quien él mismo se nos hace presente.
Se trata de una transformación interior, fruto de la palabra de Dios acogida en la
fe, una palabra que nunca vuelve a él vacía, sin haber fecundado primero
nuestra árida tierra. Es esa fe la que nos hace conscientes de la necesidad de
pedir al Padre que se haga en nosotros su voluntad, reconociendo nuestra
impotencia y nuestro pecado, asumiendo también nuestra responsabilidad
personal en la tarea de la reconciliación con Dios y con los hermanos.
Oración y compromiso: dos imperativos que resaltan, pues, en la liturgia de esta
semana con que iniciamos la Cuaresma. Confianza en la ayuda de Dios (“cuando
te invoqué me escuchaste”) y exigencia de ir hasta el extremo de la entrega,
hasta el amor a los enemigos, que imita la generosidad de Aquel que “hace salir
el sol sobre malos y buenos”. Audaz desafío, en cuya aceptación se encuentra
sin embargo la fuente de una dicha que sólo conocen los que se aventuran a
poner en práctica la Palabra que les habló desde arriba.
Celebramos también en estos días la solemnidad de San José, el esposo de la
Virgen María, el hombre que acogió en la fe la palabra de Dios y que asumió, por
amor, la responsabilidad de proteger y educar a Jesús, el Mesías, en las
primeras etapas de su vida. A lado de ambos, él mismo fue descubriendo
progresivamente el misterio de Dios y su designio de salvar a la humanidad
desde la propia realidad humana. Por eso ha sido declarado patrono de la Iglesia
–continuadora de Jesús- y de los seminarios, donde se forman los pastores
encargados de guiarla.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
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