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Jesús nos da el agua viva
Apuntes de +Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia,
para la homilía del domingo 3° de Cuaresma, Jn 4,5-42), (27-3-2011 ).
I. “Si conocieras el don de Dios…”
1. Jesús, cansado del camino, se sienta junto al pozo de
Jacob. Los discípulos van al pueblo a comprar de comer. Una
mujer llega al pozo a buscar agua. Jesús le pide “dame de
beber”. Ésta se sorprende de que un judío le pida tal favor
a ella que es samaritana. Se entabla así un diálogo
sorprendente: “Si conocieras el don de Dios y quién es el
que te dice „Dame de beber‟, tú misma se lo hubieras
pedido, y él te habría dado agua viva” (Jn 4,5-10).
II. Un camino progresivo hacia la fe en Jesús Salvador
3. Ante el relato del encuentro de la samaritana con Jesús
(cf Jn 4,4-42), se imponen dos consideraciones. Jesús es
quien toma la iniciativa. Él se anticipa a la mujer. Él
comienza el diálogo y lo conduce. La mujer pone su parte:
tiene sed, toma el cántaro, va al pozo donde está Jesús.
Pero está cerrada a todo diálogo. Sin embargo, está abierta
a la felicidad. Apenas Jesús rompe la frialdad del
encuentro y sugiere que existe otra agua, la mujer se
interesa: “Señor, dame de esa agua para que no tenga más
sed y, no necesite venir hasta aquí a sacarla” (v. 15).
Gracias al diálogo con Jesús, la mujer va cambiando
progresivamente. Primero, lo llama “judío” (v. 8) . Luego,
“señor” (v.15). Después, “profeta” (v. 19). Finalmente,
“mesías” (v. 25.29). Y mediante el anuncio que ella hace a
sus compaisanos y del encuentro con Jesús, estos profesan:
“es verdaderamente el Salvador del mundo” (v.42).
III. El don del Espíritu Santo
4. El don de Dios, que dispensa Jesús, es inefable. El
Nuevo Testamento lo expresa de múltiples maneras, entre las
que se destaca “el don del Espíritu Santo”. Así, sobre
todo, en San Lucas. En este Evangelio, Jesús nos enseña a
pedir el don del Espíritu Santo (Lc 11,13). En el libro de
2. Bajo su ropaje cotidiano, todo ser humano es un buscador
de la felicidad. No hay hombre que no la busque. Estamos
hechos para ella. Pero ¿dónde encontrarla? Cuántas veces la
samaritana habrá ido al pozo por agua. Y siempre volvía a
tener sed. Por eso Jesús pone de manifiesto la
insatisfacción que provoca todo goce terreno, y revela la
existencia de un agua viva y desbordante, capaz de saciar
la sed para siempre: “El que beba de ésta agua tendrá
nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré,
nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se
convertirá en él en manantial que brotará hasta la vida
eterna” (Jn 4,13-14).