“todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá ”
Mt 7, 7-12:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
JESÚS HOY NOS INVITA A ENTRAR EN COMUNIÓN VIVA CON DIOS PADRE
Jesús nos enseña a orar con perseverancia confiada, revelándonos al mismo tiempo
cómo es el corazón de Dios y cómo debe ser el corazón del orante. Se nos va
conduciendo a la verdad más sencilla y más profunda: Dios es nuestro Padre y nos ama
con amor eterno, sin arrepentirse, sin reservas. Quizás no creemos de veras en este
amor, o tal vez estamos ya tan acostumbrados a decir y oír que Dios nos ama, que
apenas prestamos atención a esta realidad desconcertante.
Jesús hoy nos invita a entrar en comunión viva con Dios Padre, y ésta es una
experiencia que nos puede cambiar interiormente: pedid..., buscad..., llamad..., no
quedaréis defraudados. El Padre, fuente inagotable de bondad, dará sólo cosas buenas
a los que se las pidan. ¿Hemos orado ya de veras, dirigiéndonos a él o, tal vez, hemos
manifestado nuestros deseos en voz alta, haciéndolos girar en torno a nosotros
mismos? Además, ¿eran de verdad "cosas buenas" las que hemos pedido?
La oración humilde y sencilla, la oración de un corazón amante, comienza con un acto
de contemplación gratuita, teniendo fija la mirada interior en el rostro del Padre bueno.
Olvidemos nuestras muchas peticiones y, poco a poco, sentiremos nacer en nosotros
una única súplica que brota de una exigencia realmente necesaria.
Después de haber contemplado en la fe el rostro de Dios, ya no podremos dudar ni
ignorar que somos hijos de Padre, impulsados por su amor a todo ser humano, nuestro
hermano, para brindar esa bondad que sin cesar mana de la fuente y viene a saciar
nuestra indigencia para que rebose hacia todos y llegue a cada uno.
ORACION
Oh Padre, tú que eres el único bueno y das cosas buenas a los que te las piden,
escucha nuestra oración. Antes de nada danos un corazón sencillo, humilde, confiado,
que sepa abandonarse sin pretensiones y sin reservas a tu amor. Haznos pobres de
espíritu y ven, tú que eres el Rey, a ensanchar en nosotros tu reino de paz. Ayúdanos a
suplicarte incesantemente para que, siendo portavoces de toda criatura, podamos llevar
a todos el auxilio de tu amor. Tú das al que pide: danos tu Espíritu bueno. Tú concedes
que encuentre el que busca: que busquemos siempre tu rostro. Tú abres al que llama:
ábrenos la puerta de tu corazón a nosotros y a todos los hombres. Estrechados en tu
eterno abrazo, no pediremos más. Oh Padre, hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo.