EPIFANIA DEL SEÑOR - A
Evangelio: Mt 2,1-12 Como los magos
Desde el principio del cristianismo se valoró muy positivamente este
suceso de “unos magos que llegan de lejanas tierras a adorar al Niño Dios”. Ver
que las Escrituras Santas ya narraban cómo gentes de otros pueblos, de razas y
culturas diversas, se acercan a Cristo y le adoran, les servía por una parte para
mantener y potenciar el carácter universal y católico de la fe en Cristo Jesús; y
por otra parte les estimulaba en el afán apostólico, ya que todas las personas,
de cualquier pueblo o raza, podían como los magos recibir el mensaje del
Resucitado.
De hecho así lo vivieron los apóstoles y todos los bautizados desde el
principio, y así lo refleja que esta fiesta sea incluso más antigua que la propia
Navidad.
Oración para cada día de la semana
“Unos magos, venidos de oriente se presentaron en Jerusalén
preguntando, ¿dónde está el rey de los judíos? Porque hemos visto salir su
estrella y venimos a adorarlo”. Es hermoso leer y meditar, Señor, estas frases y
“saborear” el trasfondo teológico y apostólico-misionero que encierran y que me
transmiten.
Por una parte verte rodeado y adorado por gentes de razas y pueblos diversos
y lejanos agranda mi corazón, para acogerte mejor y para abrirlo a todas las
personas,
sin distinción de razas, culturas y situación social y económica.
A todos has venido a salvar, y para todos has abierto tus manos y tu corazón
sagrado,
y de todos esperas amor y responsabilidad, santidad y alegría plena y
desbordante.
Ayúdame, Señor, a tener un corazón grande para acoger y querer a todos,
para tratar a todos como hermanos, para ayudar y apoyarme en todos
los que quieran sentirse hijos del mismo Padre, Dios Nuestro Señor.
La estrella de mi vocación cristiana, con que me has iluminado la vida, me da
alegría
y seguridad para seguirte por el buen camino, el único que merece la pena
seguir;
pero también me urge y espolea para no quedarme egoístamente disfrutando de
mi fe, sino para comunicársela a los demás, con mi testimonio, mi apostolado
evangelizador y mi servicio social y caritativo. Que nunca pierda esta estrella,
Señor, ni se debilite o apague su luz en mi vida. Que iluminado por ella sea
humilde y valiente para seguirla, comunicativo y apostólico para mostrarla a los
demás; y generoso y verdaderamente católico para iluminar en todo el mundo y
en todas las circunstancias y momentos de la vida, donde yo tenga que vivir
como cristiano.
Como los magos quiero alegrarme y ser feliz con la estrella de mi vocación
cristiana, y seguirla fielmente con gozo y agradecimiento; y así todos los días
pueda
–como ellos– ofrecerte el incienso de mi piedad personal y eucarística, la mirra
de mi penitencia y mi trabajo profesional santificado y santificador, y el oro de la
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fe y del amor de Dios ,que encienda mi corazón y el de los demás.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez