II Semana de Cuaresma, Ciclo A
Introduccion a la semana
El pecado y el perdón son los motivos principales de la liturgia de esta semana.
Motivos muy cuaresmales, ya que este tiempo de penitencia nos recuerda la
necesidad de convertirnos (es decir, de alejarnos del pecado) y de acogernos a
la misericordia de Dios (es decir, a su perdón). Daniel confiesa las iniquidades
del pueblo, su cerrazón a las palabras de los profetas que le hablaban en
nombre de Dios; pero, a la vez, reconoce la piedad y el perdón a los que el
Señor está dispuesto, y cuya compasión paternal proclamará el evangelio,
invitando a imitarla.
El mismo Dios exhorta al pueblo a purificarse, a obrar el bien, a defender a los
desvalidos; y asegura que sus pecados pueden desaparecer dando lugar a algo
mucho más hermoso. ¿De qué manera? Un camino sencillo consiste en seguir
con docilidad la enseñanza de quienes guían nuestra fe –aunque a veces su
conducta no se ajuste del todo a sus palabras- para acertar más fácilmente con
la voluntad de Dios. Pero sobre todo la superación del pecado vendrá de la mano
de Aquel que “no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate
por muchos”, como él mismo anunci.
Así, pues, se nos anima a confiar plenamente en el Señor, que conoce bien
nuestro corazn y dará a cada uno “según el fruto de sus acciones”. Se subraya,
no obstante, que sus preferencias están a favor del que sufre injustamente
(parábola del rico y del pobre Lázaro) y del que se arrepiente sinceramente de
sus pecados, y hace fiesta por el hijo extraviado que regresa (parábola del “hijo
pródigo”).
En este contexto, la solemnidad de la Anunciación viene a recordarnos el
misterio del Dios encarnado: ese Dios compasivo se hizo uno de nosotros para
poder dar su vida por nosotros y abrirnos el camino de su reino. Y fue una mujer
como nosotros –aunque “llena de gracia”- la que acogi a ese “Dios-con-
nosotros”, le ense a vivir entre nosotros y nos lo dio después para que
siguiéramos sus pasos hasta la cruz y hasta la gloria. “Dios te salve, María;
ruega por nosotros, pecadores”.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
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