“Dame de Beber”
Jn 4, 5-42
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
"TENGO SED", SED DE TI, DE TU SALVACIÓN, DE TU AMOR”.
A lo largo del fatigoso camino de la vida siempre podemos decir: "En estos días el pueblo
padece sed". El hombre, hecho para lo infinito, es atormentado por la árida grandeza que le
rodea y no le sacia, y percibe, sediento, la necesidad de una agua viva que le hidrate y
regenere, que le vivifique y haga fecundo el sentido de sus días. Jesús, caminante divino por
las rutas de la humanidad, ha querido compartir nuestra sed para hacernos conscientes de que
la sed de un amor eterno e ilimitado nos asedia y nos inquieta y que de nada vale querer
ignorarla o aplacarla con multitud de amores humanos. Sólo él puede verter en nuestros
corazones la fuente que brota para la vida eterna, el Espíritu Santo, alegría inagotable de Dios.
Pero, antes, Jesús debe cansarse, y mucho, para desenmascarar nuestra falsa sed, por la que
cada día estamos dispuestos a recorrer tan largo camino llevando sobre nuestras espaldas
cántaros pesados. Desde hace cuántos días y años nuestra pobre humanidad está sedienta,
siempre un poco "samaritana de cinco maridos". Y, sin embargo, el Señor hace que todo
concurra para nuestro bien: llegará ciertamente a cada uno su inolvidable mediodía de sol, en
el que nuestro tortuoso trayecto se cruzará con el suyo, allí donde siempre nos espera, a la
hora de sexta, pendiente de la cruz de su eterno sitio: "Tengo sed", sed de ti, de tu salvación,
de tu amor.
ORACION
Espéranos, Señor, junto al pozo del pacto, en la hora providencial que a cada uno le toca.
Preséntate, inicia tú el diálogo, tú mendigo rico de la única agua viva. Aléjanos, poco a poco, de
tantos deseos, de tantos amores efímeros que todavía nos distraen. Disipa la indiferencia, los
prejuicios, las dudas y los temores; libera la fe. Ahonda en nosotros el vacío para que lo llenes
de deseo. Ensancha nuestro corazón, inflámalo de esperanza. Da un nombre a esta sed que
nos abrasa interiormente y que no sabemos llamarla con su verdadero nombre. Haz que nos
adentremos en nosotros mismos, hasta el centro más secreto donde sólo llegas tú.
A través de las duras piedras del orgullo, entre el fango de los falsos compromisos, por la arena
de los rechazos, abre tú mismo un acceso a tu Santo Espíritu.