Miércoles después del Domingo 4º
de Cuaresma
(IV Domingo de Cuaresma en la Liturgia actual)
«Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento» Juan 9,1 1
1.- Decidme, señores: ¿Qué más ciego en el mundo que el que, quebrándose a sí [mismo] los
ojos, nos los quebró a nosotros también, como lo hizo nuestro primer padre Adán, por la ceguera que
contrajo, cegándose con el amor de su mujer, [y] nos dejó a todos sin [los] ojos de [la] justicia
original? [Después] pasó Dios aquel paso tan maravilloso, de ser Dios a ser hombre, [y así] vio a un
hombre ciego . Y para [que viera] le abrió sus ojos, que mil años había los tenía cerrados.
Para ver [Dios] al hombre ciego, al género humano, fueron menester [unos] anteojos, que fueron
su Santísima Madre, para que [así] gustase de los trabajos de los hombres, y [pudiese ver] que cuando
le pedimos ayuda, estamos bien repuestos del lodo [original]. [De esta manera], después que bajó al
vientre de nuestra Señora, la [tendremos] por favorable, alcanzándonos la gracia, diciendo: Ave María.
2.- Pasando el Hijo de Dios vio a un hombre. Con mucha razón podemos decir que este hombre
ciego es el pueblo judaico, pues naciendo entre ellos el Sol de justicia, sus rayos les cegaron [de modo]
que no le reconociesen. [Dice el Sabio]: Cegados por su propia malicia, no entendieron los misterios
de Dios, ni creyeron que hubiera galardón para el justo, ni hicieron caso de la gloria reservada a las
almas santas (Sb 2,21-22). [Los judíos] no veían la doctrina salubérrima de Cristo.
3.- También este ciego representa al pueblo gentil, y bien se dice que estaba fuera del Templo,
porque aún no estaba dentro por la confesión de la fe. Pero en el sentido moral, este ciego eres tú,
amigo mío, que estás en pecado mortal [y, como] ciego, no ves los tormentos que has de pasar. ¡Oh,
qué ciego que anda un soberbio, que siendo un poco de polvo y ceniza, se quiere levantar, sabiendo
que toda la pompa del mundo se encierra en la sepultura! ¿Parécete bien que se humille la majestad [de
Dios], y se ensoberbezca el vil gusano? ¿Y tú no sabes que los grandes sufrirán grandes tormentos ?
(Sb 6,7). No le hartaba a Alejandro [Magno] la sujeción de todo el mundo, y después, aunque le pesó,
se hubo de contentar con una poca de tierra, con una sepultura. Pues un avariento, ¡qué ciego va tras el
amor de las riquezas! Un carnal, ¡[cómo] lleva su alma ciega por el pecado!
Poco te aprovecha tener lindos ojos, si tu alma está ciega. Si tú lloras por haberte nacido un hijo
ciego, ¿por qué no llorarás por haber perdido una potencia tan principal, como la vista del alma, sin la
cual no verás la gloria de Dios? Este nacimiento aborrecía Job: Perezca el día en que nací, y la noche
en que se dijo: «Concebido queda un varón». Conviértase aquel día en tinieblas; no haga cuenta Dios
de él desde lo alto; ni sea alumbrado con luz; oscurézcanlo las tinieblas y la sombra de la muerte;
cúbralo densa tiniebla y sea envuelto en amargura (Jb 3,3-5). No llora el santo profeta el día que nació
del vientre de su madre, sino el día [en] que nació el pecado en él, el día que nació este ciego en su
alma. Este día, dice, que se convierta en tinieblas, lloro y amargura, porque es [el] día en que nace el
pecado.
4.- De Raquel leemos [Génesis] que cuando parió a José, que quiere decir, «hijo de aumento» ,
tuvo grande contento Jacob, y dijo a Labán: Déjame volver a mi patria y a mi tierra (Gn 30,25). Pero
cuando nació Benoni, esto es, «el hijo del dolor» , todos tuvieron gran llanto, porque muere el alma en
el parto, que es figurada por Raquel (cfr. Gn 35,18-19). Pues, cuando nace José, «hijo de aumento» ,
esto es, el amor de Dios [que] aumenta [las] virtudes, alegría; pero cuando nace Benoni, esto es,
1 Obras y sermones , vol. I, pp.362-365.
pecado, que es, «el hijo del dolor», llanto, pues muere la madre en el parto, y se va al infierno, que es
el alma, si no se vuelve con la penitencia.
[Evangelio]: Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. ¿Pensáis que fue sin misterio
el pararse a mirar a este ciego? No fue sino dolerse de él y rogar al Padre eterno que le restituyese la
vista. ¡Soberano Dios!, ¿por los ciegos rogáis? Pues yo os prometo que os cueste, y que si han de
recibir vista, ha de ser con lo más amargo de vuestro cuerpo. ¿Pensáis que fue sin misterio, que Tobías
sanase a su padre con la hiel del pescado? (cfr. Tb 11,13-15). Eso fue figura de que con la hiel amarga
de la Pasión de Cristo sanaría el ciego pecador de sus pecados.
5.- Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. No sin causa nos dice el evangelista
que, pasando [Cristo], le curó, [para] que entiendas que nunca Dios cura de reposo a ninguno de esta
vida, sino de paso les da la gracia, por que no se tengan por seguros, sino que teman, etc. Nota lo que
dice el evangelista, que este ciego tenía padre y madre (cfr. Jn 9,18-20), y no nos dice cómo se
llamaba, porque el pecador no tiene nombre, sino ciego. Pero bien sabemos quién es el padre, que es el
demonio, pues de los tales dijo Cristo: El padre de quien vosotros procedéis es el demonio (Jn 8,44).
Tu madre la concupiscencia, [Apóstol Santiago]: La concupiscencia, en llegando a concebir los malos
deseos, pare el pecado (St 1,15). Pues hijo de tales padres, ¿qué ha de ser sino ciego, sordo y mudo,
etc.?
6.- Como los Apóstoles vieron que Cristo le estaba mirando de propósito a este ciego, dícenle:
Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que naciese ciego? (Jn 9,2) Responde Cristo: «Ni él,
ni sus padres»; porque nunca Dios castiga, principalmente en el alma, a los hijos por los padres. [Dice
Ezequiel]: El alma que pecare ésa morirá; no pagará el hijo la pena de la maldad de su padre, ni el
padre la de la maldad de su hijo (Ez 18,20); antes bien los hijos de los malos son muy hermosos.
[Dice] David: Los hijos de éstos son como nuevos plantíos en la flor de su edad; y sus hijas
compuestas y engalanadas por todos lados, como ídolos de un templo (Sal 143,12). [Esto es], los hijos
[son] como pimpollos de plantas, y sus hijas como imágenes [bien] pintadas y compuestas. No es
causa el pecado de los padres de la ceguedad de los hijos.
Bien puede ser causa [de] que se quiebre los ojos. ¿Cómo no estará ciego, y cómo verá el hijo el
camino que lleva para el infierno, si ve al padre que hace más vida con la amiga, que con su mujer?
¿Cómo no estará ciego, y no se quebrará los ojos tu hijo, si a ti te ve estar asentado jugando cuanto
tienes? etc. [Por tanto], castígales sus defectos, y enmienda tu vida. Si David castigara el estupro de
Tamar, por ventura no muriera Amón en manos de Absalón (cfr. 2 R 13). Si la roña de una oveja basta
para enroñar todo un rebaño, ¿cuánto más los pecados de los padres bastarán [para] inficionar a los
hijos y echarles a perder? Suelen decir que por do salta la cabra, por allí salta el cabrito. ¿Qué ha de
hacer el hijo si ve al padre mal vivir? Para mí tengo, que les está aparejado a los padres [un] horrendo
castigo, si no crían a sus hijos, que Dios les dio, conforme a la Ley de Dios, [esto es], como cristianos.
7.- [A la pregunta] responde Cristo que no nació ciego por sus padres, sino para que se
manifiesten en él las obras de Dios . Hermano, éste es el fin por do el Hijo de Dios permite que te veas
en muchos trabajos. Tienes una amiga, envíate Dios un dolor de costado que te trae a la muerte;
confiesas y comulgas; lloras tus pecados; echas la amiga de casa; [y] dejas la mala vida. ¡Obra
maravillosa es de Dios!
Obra maravillosa es de Dios que [este] ciego viese el cielo con tantas estrellas, árboles, etc., para
que se manifestasen las obras de Dios en él. Obra de Dios fue que, con lo que los médicos del mundo
le cegaran, él le curase, que fue con lodo; obra de Dios fue que le creyese con tan viva fe; obra de Dios
fue que se manifestase en este ciego la obra de la encarnación, cuando, encontrándole Cristo, le dijo:
«Ven acá, hermano, ¿tú crees en el Hijo de Dios?»... «Yo, Señor, bien lo deseo, mas no le conozco»...
«Pues has de saber que yo soy, [el] que hablo contigo» (cfr. Jn 9,35-38). ¡Oh, dichosa ceguedad, pues
mereció tener y ser causa de tantas maravillas! etc.
También permite Dios que peques, para que sus obras se manifiesten. Obra es de Dios que,
siendo tú pecador, te justifiques con tres grados de gracia, etc. Tobías [quedó ciego] con el estiércol de
las golondrinas (cfr. Tb 2,11); y el pecador, que es figurado por Tobías, ha cegado con el amor
desordenado de las criaturas, que es el estiércol de las aves. Pero, permítelo Dios, para que, [como a
Tobías], venga el ángel a servirte y a curarte, y traerte riquezas y dones del Espíritu Santo.
8.- Tú eres discípulo suyo... Y lo excomulgaron (Jn 9,28-34). El premio que Cristo da a los
buenos, que perseveraren en su doctrina, es que serán discípulos suyos. ¿Qué pensáis que es ser
discípulo de Cristo? Es ser perseguido de todos, y ser azotado de tribunal en tribunal. [Dice él]: Si me
han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros (Jn 15,20).
Dirásme: «Padre, esos galardones llévelos quien quisiere; ¿eso es premio? Anda, que no hacen
para mí»... «¡Oh, hermano, qué engañado que vas! Mira que miras por el envés el paño; mira lo que es
ser discípulo de Cristo, y mudarás de respuesta. ¿Piensas que es ser discípulo de Cristo el saber a
Aristóteles y Platón?... Que no. [San Pablo]: ¿No es verdad que Dios ha convertido en fatua la
sabiduría de este mundo? (1 Co 1,20). El ser discípulo de Cristo es sufrir afrentas y perdonar las
injurias. Y así decía un discípulo: Hasta la hora presente andamos sufriendo el hambre, la sed, la
desnudez, los malos tratos, y no tenemos donde fijar nuestro domicilio. Nos afanamos trabajando con
nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución y la sufrimos con
paciencia; nos ultrajan, y retornamos súplicas; somos, en fin, tratados hasta el presente como la
basura del mundo, como la escoria de todos » (1 Co 4,11-13).
9.- «Dime, Maestro, cuando te subiste a la cátedra de la Cruz, a leer la última lección, ¿qué fue
lo que leíste a tus discípulos?» [Primero], humildad. [San Pedro]: Cuando le maldecían, no devolvía
maldiciones; cuando lo atormentaban, no prorrumpía en amenazas; antes se ponía en manos de aquel
que lo sentenciaba injustamente (1 P 2,23). [Segundo], pobreza. [San Mateo]: Los zorras tienen
cuevas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza (Mt
8,20). [Tercero], rogar por los enemigos. [San Lucas]: Padre, perdónales porque no saben lo que
hacen (Lc 23,34).
Por eso tiene Cristo tan pocos discípulos, porque piensan que es recia su doctrina. En las
escuelas del demonio no caben los discípulos, porque allí se enseñan regalos; pero en la de Cristo [hay]
pocos, porque [su enseñanza] es tan áspera y recia. Pues, ¡ea!, caballeros de Cristo, no miréis a la
corteza del árbol, mirad que es seca y triste; mirad al fruto que está encerrado bajo de esa corteza. Pero
si me preguntáis: «Padre, ¿qué es ser perseverante en la doctrina de Cristo? ¿Oír Misa, [escuchar]
muchos sermones [o] dar limosnas?»... «No es nada de eso». Santo Tomás os responde que la
perseverancia consiste en resistir a las muchas tentaciones que nos sobrevienen 2 ; [esto es], que la
soberbia no te levante, que la ira no te haga salir de madre, etc.
10.- El segundo premio es conocer la verdad. ¿Tú crees en el Hijo de Dios? (Jn 9,35)... «Padre,
¿en qué consiste la verdad, o, en qué consiste creer la verdad? ¿En opiniones de filósofos? ¿En sueños
de poetas?»... «No, no, sino en creer sin recelo aquello que la santa Madre Iglesia nos propone, que
esto sólo es dado a los amigos de Dios». ¿[Cuál] fue la causa [de] que murieron tantos mártires?
Porque lo que la fe nos dice es muy conforme a razón, pues esto es. [Cristo]: Conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres (Jn 8,32). [En suma], que lo que la fe promete, lo creáis claramente.
11.- El tercer premio de la perseverancia es alcanzar la verdad. [Por eso el ciego del Evangelio]:
Creo, Señor; y lo adoró (Jn 9,37). ¡Oh, Hijo de Dios, y qué mercedes son éstas, que el que perseverare
alcanzará la verdad, que sois vos mismo! Desde ahora os digo que todos cuantos están aquí os servirán
de todo corazón con una perseverancia hasta la muerte. ¿Quién hay en el mundo que no desee la
libertad? Una doncella en casa de su padre desea ser casada, por ser libertada; una mal casada desea la
muerte a su marido, por tener libertad: pues la libertad os hará libres . Si conocéis la verdad, ella os
dará libertad.
Mas notad que es muy diferente la libertad que se alcanza por la verdad, de la que el mundo te
persuade. Un ambicioso [que] se ve privado de la honra, piensa que es esclavo; y así, como esclavo,
trabaja hasta verse en aquella libertad que perdió.
2 S ANTO T OMÁS DE A QUINO , Suma de Teología , II-II q.138
12.- Veis aquí a lo que el mundo llama libertad: a las honras. Mas el Hijo de Dios no llama a esto
libertad, sino gran cautiverio, por lo ya dicho; y más por-que: Todo el que comete pecado es esclavo
del pecado (Jn 8,34). El ambicioso es esclavo, porque no osa apartarse de sus riquezas. «¡Oh, Padre,
que yo bien lo haría, si no [fuera] por la honra del mundo!» ¡Oh, malaventurado de ti! ¿Hay mayor
cautiverio en Argel que el tuyo? [Cristo]: Todo el que comete pecado es esclavo del pecado .
Pues, ¿qué diremos de los carnales? ¡Oh, malaventurado de ti, que una mujercilla te traiga hecho
esclavo del demonio! San Pablo: ¿No sabéis que si os ofrecéis por esclavos de alguno para obedecer a
su imperio, quedáis esclavos de aquél a quien obedecéis, bien sea del pecado para recibir la muerte,
bien sea de la obediencia a la fe para recibir la justicia? (Rm 6,16). ¿Tú no sabes que si sirves a las
riquezas, te haces esclavo de ellas? ¿Y si a la carne, esclavo de la carne? Que no es ésa la libertad que
promete la verdad, sino que los librará de la muerte eterna, y a ésta muy pocos la conocen, sino los
discípulos de Cristo, que los hará el día del Juicio inmutables.
Pues el que conoce esta verdad es libre de las pasiones del mundo y de las tentaciones de la
carne. ¡Oh, qué libre que está un siervo de Dios, que por alcanzar esta libertad se da a conocer la
verdad! Pues, hermanos, oíd a Cristo que os dice: Si permanecéis en mi doctrina, seréis realmente mis
discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8,31-32). ¡Oh, Hijo de Dios! ¿Qué te
mueve a que nos avises con tantos modos? Mira, no os maravilléis, porque es Cabeza, y nosotros
somos los miembros, y desea verse Cabeza con los miembros. Pero, ¡ay!, de los que se vuelven el
rostro a estas palabras, porque les amenaza con tres castigos terribles.
13.- El primer castigo [es] que les quitará la noticia de su pecado, [para] que no se reconozcan
por siervos y esclavos del demonio, y así, como tales, responden: Nosotros somos descendientes de
Abraham, y jamás hemos sido esclavos de nadie (Jn 8,33). Dos maneras tenían de servidumbre: la una
corporal, y la ignorancia. Por eso decían: Nosotros jamás hemos sido esclavos de nadie , [y] fueron
esclavos en Egipto, y en Babilonia de Nabucodonosor.
14.- La otra servidumbre [de estos judíos] era la del alma, [pues] jamás reconocieron ser siervos
del demonio con [los] mil pecados [cometidos], [y además] nunca acabaron de creer en Dios, porque
salidos de Egipto, luego adoraron un becerro. [Y] en la tierra de promisión, ¿cuántas veces adoraron
ídolos? [Jeremías]: Tú has pecado con muchos amantes, pero eso, no obstante, vuélvete a mí, dice el
Señor (Jr 3,1). Pues esta servidumbre ellos no [la] reconocían, [y] por eso les dice [Cristo]: Todo el que
comete pecado es esclavo del pecado . Y ellos responden: Jamás hemos sido esclavos de nadie . Pues
éste es el primer castigo, no reconocer su pecado.
15.- El segundo castigo que te promete es que, si no perseveras en la doctrina de Cristo, no serás
hijo de Dios, sino del demonio. El padre de quien vosotros procedéis es el diablo, y queréis hacer lo
que quiere vuestro padre (Jn 8,44). Porque así como los buenos tienen por cabeza a Dios, así los malos
al demonio. [Eran] hijos del demonio no por creación, sino por maldición y malicia. ¡Oh!, ¿qué harán
semejantes hijos del demonio? ¡Oh, malditos hijos, que las riquezas que sus padres les procuran, son
las penas eternas! Pues, pecador, ¿no miras que eres hijo del demonio? Deja tu pecado.
16.- El tercer castigo es que te despedirá de su casa, pues el esclavo no queda en casa del
padre para siempre, mientras que el hijo sí (Jn 8,35). Y así permite Dios que estés en la Iglesia, como
miembro cortado, y el día del Juicio entrará contigo en cuenta, y dará sentencia, que te desgraduen de
cristiano y te despidan de la Iglesia. Pues, cristianos, perseveremos en la doctrina de Cristo, y seremos
sus discípulos, aquí por gracia, y allá por gloria. Amén.