Bautismo en la alegría
Nos es muy fácil dar un pésame, acompañar a alguien en su dolor. Pero
tenemos dificultades para congratularnos con la alegría que se expande en
el corazón del hermano/a. Esto habla de nuestros complejos o sentimientos
bien disimulados de nuestro culto a la tristeza. La Pascua es el bautismo de
nuestra alegría, en la alegría, para la alegría.
En la Pascua quedamos tatuados/as en alegría. Es nuestro sello, la marca
que identifica la vida cristiana. Si no somos alegres, no somos
cristianos/as. Estamos matriculados/as en esta escuela y no hay más que
una lección, la alegría. Pero no es claro ante los ojos del mundo que
cristianos y cristianas seamos más felices que el resto de humanidad.
Hemos convertido nuestra fe en un espectáculo. No se trata de celebrar la
Pascua como meros espectadores/as. Se trata de vivirla, pero no vivirla en
soledad compartida y multiplica, sino con el Protagonista de esta historia
nueva que se inaugura en el acontecimiento pascual: Morir para resucitar
con Él.
Para congraciarnos con la gran noticia de la Pascua, tenemos que celebrar
nuestro bautismo en la alegría. Bautizarse en nacer de nuevo. Pero para
nacer hay que morir primero. Es decir, celebrar nuestros propios funerales,
enterrando así el bagaje de nuestras costumbres rancias, nuestras
pesadumbres y vivir el estilo del resucitado.
Cochabamba 24.04.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com