"si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
Mt 18, 21-35
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
"PIADOSO Y MISERICORDIOSO, LENTO A LA IRA Y RICO EN AMOR".
San Ambrosio indica que Dios creó al hombre para tener alguien a quien perdonar y
revelar así el rostro de su amor desconcertante, que es disponibilidad ilimitada al
perdón a cualquier precio, incluso el más elevado, como es la sangre de su Hijo. Pero
amor pide amor, y la misericordia de Dios desea inspirar la misma disposición en el
hombre, pecador perdonado, en relación con sus hermanos. ¿De qué nos sirve haber
experimentado la misericordia divina si no permitimos que se transparente en nuestro
rostro, en nuestra vida? Quien no acepta perdonar al hermano muestra no reconocer
la gravedad del propio pecado.
El perdón de Dios sería vano si no permitimos que se plasme a su imagen y
semejanza, pues él es un Dios "piadoso y misericordioso, lento a la ira y rico en
amor". Jamás podremos pagar la enorme deuda de nuestros pecados, de nuestra
ciega ingratitud... pero él los perdona pidiéndonos hacer lo mismo: perdonar de
corazón "hasta setenta veces siete" al hermano, será en la tierra el comienzo de una
gran fiesta que culminará en el cielo: fiesta de la reconciliación, gloria de los hijos que
Dios se ha adquirido al precio de la sangre del Hijo, en el Espíritu Santo derramado
para el perdón de los pecados.
ORACION
¡Qué inmenso es tu corazón, oh Padre bueno y misericordioso, lento a la ira y rico en
amor! ¡Nos sentimos tan tacaños y mezquinos ante tu magnanimidad...! Tú nos has
llamado gratuitamente a la vida y quieres que la gastemos por ti y los hermanos en
plenitud de donación. Sólo así podemos ser felices. Pero qué lejos estamos de
participar en esta extraña lógica en la que el que más ama parece perder, en la que
se es grande en la medida que nos hacemos pequeños.
Enséñanos a recordar tu amor, que no dudó en darnos lo que tenía de más precioso,
tu amado Hijo, aun sabiendo que somos siervos despiadados: capaces, claro está, de
recibir todo y acoger el perdón de nuestras inmensas deudas, pero sin estar
dispuestos a hacer lo mismo con nuestros deudores. Abre los ojos de nuestro
corazón, para que sepamos reconocer, en lo ordinario de cada día, las mil ocasiones
que se presentan de verter en los hermanos una medida de amor "apretada, rellena,
rebosante": la misma que tú viertes en nuestro interior cada vez que tocamos fondo
en nuestra pobreza.