Comentario al evangelio del Jueves 07 de Abril del 2011
Queridos amigos y amigas:
“Os conozco muy bien y sé que no amáis a Dios” Jn 5, 42. Tiemblo al pensar que Jesús podría
decirnos esto mismo el día en que nos encontráramos con él cara a cara. Ojalá no lo diga nunca de
ningún creyente a pesar de nuestro pecado e infidelidad. Son palabras duras pero no gratuitas. Son las
que pone el evangelista en boca de Jesús y que recogen su defensa frente a las acusaciones fariseas. Y
es que en este pasaje hay cuatro testimonios muy claros que nos pueden ayudar a acercarnos más al
Hijo.
1ª. El testimonio principal a favor de Jesús lo da el Padre. Esto significa que no aceptar a Jesús es
rechazar el testimonio del Padre, rechazar al Padre.
2ª. El segundo testimonio es el de Juan el Bautista, a quien los mismos judíos reconocieron cierta
autoridad. Es el mensajero que nos preparó el camino en Adviento.
3ª. El tercer testimonio lo dan las obras que Jesús realiza, pero no sólo sus signos o milagros, sino toda
la actividad que Jesús realiza, toda ella es reveladora.
4ª. El cuarto en dar testimonio es el mismo Moisés, que en el pasaje del Éxodo de hoy, intercede ante
Dios para que no castigue al pueblo por su idolatría
¿Qué nos sucede? Igual que los coetáneos de Jesús tuvieron testimonios más que de sobra para aceptar
y creer en él, nosotros, si cabe, tenemos más ventaja, pues gozamos de una perspectiva histórica y de
una tradición de vida cristiana que nos ha proporcionado más testimonios que ellos no tuvieron. Pues
bien, a pesar de todo, cuando el corazón del ser humano busca apoyarse en sí mismo, autoafirmarse,
autorrealizarse, corre el grave peligro de cerrarse a la fe y no aceptar más realidad que la que ve, y no
hay testimonios que valgan. Es lo que le ocurrió al pueblo en el desierto cuando construyó el becerro
de oro. ¿Qué más necesitamos para creer en Jesús? ¿No tenemos suficientes testimonios?
Vuestro amigo en la fe.
Juan Lozano Belmonte, cmf.
Juan Lozano Belmonte, cmf