Martes 05 de Abril de 2011
Martes 4ª semana de Cuaresma 2011
Ezequiel 47,1-9.12
En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán
del templo manaba agua hacia levante -el templo miraba a levante-. El agua iba
bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me sacó por la puerta
septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba
corriendo por el lado derecho. El hombre que llevaba el cordel en la mano salió
hacia levante. Midió mil codos y me hizo atravesar las aguas: ¡agua hasta los
tobillos! Midió otros mil y me hizo cruzar las aguas: ¡agua hasta las rodillas! Midió
otros mil y me hizo pasar: ¡agua hasta la cintura! Midió otros mil. Era un torrente
que no pude cruzar, pues habían crecido las aguas y no se hacía pie; era un
torrente que no se podía vadear. Me dijo entonces: "¿Has visto, hijo de Adán?" A la
vuelta me condujo por la orilla del torrente. Al regresar, vi a la orilla del río una
gran arboleda en sus dos márgenes.
Me dijo: "Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la
estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los
seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá
peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y
habrá vida dondequiera que llegue la corriente. A la vera del río, en sus dos riberas,
crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se
acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del
santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales."
Salmo responsorial: 45
R/El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de
Jacob.
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, / poderoso defensor en el peligro. /
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, / y los montes se desplomen en el
mar. R.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, / el Altísimo consagra su
morada. / Teniendo a Dios en medio, no vacila; / Dios la socorre al despuntar la
aurora. R.
El Señor de los ejércitos está con nosotros, / nuestro alcázar es el Dios de
Jacob. / Venid a ver las obras del Señor, / las maravillas que hace en la tierra. R.
Juan 5,1-3.5-16
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a
Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman
en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos
enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba
treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba
mucho tiempo, le dice: "¿Quieres quedar sano?" El enfermo le contestó: "Señor, no
tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando
llego yo, otro se me ha adelantado." Jesús le dice: "Levántate, toma tu camilla y
echa a andar." Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a
andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado
sano: "Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla." El les contestó: "El que me
ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar." Ellos le
preguntaron: "¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?"
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el
barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y
le dice: "Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor."
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
COMENTARIOS
Jesús encuentra y sana a un hombre que ha vivido postrado toda su vida,
esperando la sanación milagrosa. La figura de este enfermo representa la masa de
enfermos y marginados, excluidos de la fiesta. Jesús hace capaz de caminar por su
cuenta, de elegir su propio camino, al paralítico que no podía ni moverse. Lo cura y
salva con su Palabra, no precisamente con las aguas agitadas de la piscina. El
inválido, con su integridad recobrada, se siente auténticamente libre. Jesús, con su
actitud positiva y solidaria, comunica vida. Frente a la insolidaridad, Jesús
transgrede la ley del sábado, y libera al inválido, aunque su liberación se ve
amenazada por el legalismo de unos pocos. Jesús regenera a las personas inválidas
y marginadas.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de servicios KOINONÍA)