"Vuelve a tu casa, tu hijo vive"
Jn 4, 43-54
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectia Divina
JESÚS ES LA PALABRA VIVA DE DIOS
Creer la Palabra es como abrir ante nosotros una puerta que nos introduce en una realidad
nueva. Permanecer en la Palabra, guardándola en el corazón, significa participar en la obra
divina de la recreación, santificación y transfiguración del cosmos.
Jesús es la Palabra viva de Dios: sólo él puede dirigirnos esta Palabra eficaz. Y lo hace de
modo sereno, común, pidiendo una fe desnuda, total. Asentir y caminar fiándose de él
puede ser cuestión de vida o muerte: lo fue para aquel padre cansado que nos narra el
Evangelio, que en respuesta a su ruego no recibió de Jesús un prodigio, sino una palabra
de vida, y se fió con total abandono. Nada había cambiado en su existencia, pero en su
corazón anidó la esperanza. En la noche del sufrimiento y de la prueba, la Palabra es
lámpara para nuestros pasos. La Palabra se convierte también en oración repetida sin cesar
hasta que encuentre la confirmación luminosa y potente: el Señor ha escuchado, el Señor
ha hecho maravillas de gracia. Cristo Jesús es el Señor de la vida ahora y por toda la
eternidad.
La fe se convierte en canto de gozo que se difunde hasta formar un coro de alabanza:
"Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al
Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias; contempladlo y quedaréis radiantes"
(Sal 33,4-6).
ORACION
Jesús, hijo de Dios, tú que eres la plena expresión del Padre, su Palabra viva, ayúdame a
encontrarte cada vez que leo y escucho el Evangelio. Enséñame a guardar en el corazón
tus santas palabras, a fiarme de ellas con una fe sencilla, a buscar en ellas una respuesta
en el momento de la prueba. No quieres proponerme prodigios extraordinarios, sino una fe,
un abandono total. Este es el prodigio que pides al hombre: la fe. Con fe podrás ejecutar en
nosotros esos "signos" de vida que te suplicamos. No sólo ni siempre en el tiempo presente,
pero sí en la eternidad: tu palabra es vida inmortal, es semilla que, acogida en la tierra del
corazón, germina, florece y da fruto en el Reino de los Cielos.