“¡Ha resucitado!”
Apuntes de +Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia,
para la homilía del Domingo de Pascua, (Mt 28,1-10), (24-4-2011 ).
I. El anuncio múltiple de la Resurrección de Cristo
1. Cuando la alegría es grande, no hay palabras que la
puedan expresar. De allí, las múltiples expresiones con
que, vez por vez, intentamos decir algo del gozo que
experimentamos. Esto ha sucedido también con la
Resurrección de Jesús en la primitiva comunidad cristiana,
la cual nos trasmite múltiples narraciones. En este
Domingo, el más glorioso de todos, escuchamos tres: en la
Misa de la Vigilia Pascual, según Mateo 28,1-10; en la Misa
durante el día, según Juan 20,1-9; en la Misa de la tarde,
según Lucas 24,13-35. Escucharemos otras durante los días
de la semana de Pascua y en los domingos siguientes.
II. “¡No está aquí, porque ha resucitado!”
2. La descripción que hace San Mateo de la Resurrección de
Cristo representa la victoria sobre la muerte: “De pronto,
se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor
bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se
sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y
sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los
guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos” (Mt
28,2-4). En su sobriedad, esta narración tal vez sea la que
mejor trasmite la idea de victoria. La figura del Ángel del
Señor, que hace rodar la piedra del sepulcro y se sienta
sobre ella, nos hace pensar en el canto de victoria de San
Pablo cuando catequiza sobre la resurrección: “La muerte ha
sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está
tu aguijón?” (1 Co 15,54-55).
III. Las mujeres captan primero la resurrección de Jesús,
reciben su primera aparición,
y son las primeras en anunciarlo
3. Mateo, con los otros evangelistas, nombra a las mujeres,
discípulas de Jesús, como primeros testigos y anunciadoras
de su resurrección. A pesar de escribir el Evangelio más
extenso, lo hace con sobriedad: “El Ángel dijo a las
mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el
Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo
había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en
seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre
los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo
verán». Esto es lo que tenía que decirles». Las mujeres,
atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron
rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los
discípulos (Mt 28,5-8).
4. Igualmente, son ellas a quienes Jesús resucitado se
aparece primero: “De pronto, Jesús salió a su encuentro y
las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y,
abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús
les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a
Galilea, y allí me verán»” (Mt 28,1-10).
IV. La mujer en la transmisión de la fe
5. Si bien fueron varones los primeros discípulos de Jesús
y los primeros a quienes envía en misión, son mujeres las
primeras testigos y anunciadoras de su resurrección, y
también las primeras a quienes se manifiesta resucitado.
¿Encierra esto algún misterio a desentrañar? Excluyamos,
como un chiste de mal gusto: “porque las mujeres son más
habladoras”. Sería banalizar el Evangelio. Sólo la fe nos
puede iluminar. Propongo dos razones. Primera: así como por
la mujer comenzó la desobediencia a la voz de Dios que nos
trajo la muerte, por la mujer también comienza la
obediencia a la voz del Dios vivo que nos anuncia la vida.
Segunda: porque para Dios, la distinción con que ha
enriquecido a los seres humanos vale para la armonía, la
reciprocidad, la complementariedad de los sexos y la
transmisión de la vida, y no para el dominio de unos sobre
otros. Esto vale también en la Iglesia. Un obispo y una
humilde catequista son iguales en dignidad cristiana. Como
enseña San Pablo: “todos ustedes son hijos de Dios por la
fe en Cristo Jesús, ya que todos ustedes, que fueron
bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo. Por lo
tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre,
varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en
Cristo Jesús” (Ga 3,26-28). La única competencia aceptable
entre cristianos es sobre quien ama más al otro.
6. Quiero destacar hoy el papel de la mujer en la
transmisión de la fe. Cada uno puede contar su propia
experiencia. La mía no es paradigmática, pero la comparto.
En un plato de la balanza pongo a mi madre, mi madrina, las
catequistas de la parroquia, las maestras del colegio
estatal, las Hermanas de la Virgen Niña. Y en el otro, a mi
párroco, los superiores del Seminario y del Colegio Pío
Latino Americano de Roma, a los profesores de la
Universidad Gregoriana, al Papa Pío XII. La balanza se
inclina rápidamente a favor del primer plato. No desprecio
al segundo. Pero éste no me habría aprovechado si no
hubiese comido del primero.
7. Para Dios no existe el sexo débil. Al más débil en
musculatura, él lo hace fuerte por el amor. Roguemos que
nunca falte en la Iglesia la mujer enamorada del Señor. Si
un día llegase a faltar, se cerrarían para la Iglesia
muchos caminos para la Evangelización.