“Se llenaron de alegría cuando vieron al Señor”
Apuntes de +Carmelo Juan Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia,
para la homilía del 2º Domingo de Pascua, (Jn 20,19-31), (01-05-2011 ).
1. Todos los años en el segundo domingo de Pascua se lee el
mismo texto evangélico, tomado de Juan 20,19-31, que
relaciona dos apariciones de Jesús: la primera, el mismo
día de la resurrección, estando ausente el apóstol Tomás;
la segunda, ochos días después, con Tomás presente.
I. “Al atardecer del primer día de la semana…”
2. Es imposible escapar a este primer dato que nos ofrece
la lectura del Evangelio de hoy (Jn 20,19), porque este
“primer día” es mucho más que un dato cronolgico. Es la
toma de conciencia de los discípulos de que Jesús
resucitado está presente entre ellos. Y, por tanto, a
partir de entonces se convierten en Iglesia visible.
“Primer día” que pronto pas a llamarse “día del Seor”; en
latín, “dies Domini”. De donde, en espaol, “domingo”.
3. Sobre esto me he explayado en los años anteriores. Séame
lícito agregar que toda planificación pastoral, tan
necesaria hoy, ha de tener presente al domingo. Sin él, la
misma se volvería estéril, porque dejaría de tener por
referencia al Señor resucitado, para volverse referencial
de sí misma. Un narcisismo pastoral muy peligroso. En el
domingo glorioso de la resurrección de Jesús comenzó a
reunirse la Iglesia. Y su acción pastoral tiende a
encaminar a todos los hombres hacia el domingo o “día del
Seor” definitivo.
II. “Estando las puertas cerradas por temor a los judíos”
4. Las dos escenas que trae la lectura de hoy, encuentran a
los discípulos “estando las puertas cerradas” (Jn 20,
19.26). Y ello, “por temor a los judíos” (v. 19).
La Biblia distingue dos tipos de miedo o temor. Uno es el
santo temor que embarga al hombre cuando se encuentra ante
la presencia de lo divino. Por ejemplo, el centurión y los
soldados ante la muerte de Cristo: “Al ver el terremoto y
todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
„¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!‟” (Mt 27,54). Otro
es el miedo que le sobreviene al hombre ante un peligro y
se cierra en sí mismo. Como cuando Pedro, en vez de
contemplar al Señor que lo invita a ir hacia él, se pone a
mirar las dificultades que lo rodean: “Al ver la violencia
del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó:
„Señor, sálvame” (Mt 14,30). Cuando Jesús envía a sus
discípulos en misión, los previene sobre este segundo tipo
de temor y los exhorta a no sucumbir a él, y a confiarse
totalmente a Dios Padre: "No teman a los que matan el
cuerpo, pero no pueden matar el alma… No teman, porque
ustedes valen más que muchos pájaros” (Mt 10,28.31).
III. Del miedo a la alegría
5. Es notable el cambio que se produce en los discípulos
ante la presencia del Señor resucitado: “Los discípulos se
llenaron de alegría cuando vieron al Señor” (Jn 20,20). Del
miedo y aflicción, pasan a la alegría espiritual. Ésta es
todo lo contrario del miedo. En éste domina la presencia
del peligro. En la alegría domina la del bien amado. Con la
presencia de Jesús resucitado, los discípulos pasan del
encierro y del miedo a la persecución, a la contemplación y
gozo de su presencia. Una presencia que no nos faltará
jamás: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt
28,20). Una presencia que podemos activar con el simple
hecho de reunirnos en el Señor: “Porque donde hay dos o
tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de
ellos” (Mt 18,20).
6. La alegría es una característica de la Iglesia
apostólica y signo de la presencia en ella del Espíritu de
Jesús. A pesar de las dificultades y persecuciones, los
apóstoles viven contentos. Incluso, de sufrir por el Nombre
de Cristo: “Después de hacerlos azotar, les prohibieron
hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Los Apóstoles,
por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido
considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús” (Hch
5,40-41). A la misma alegría exhorta el apóstol Pedro
cuando la persecución de Nerón está por estallar:
“Alégrense en la medida en que pueden compartir los
sufrimientos de Cristo… Felices si son ultrajados por el
nombre de Cristo” (1 Pe 13-14).
IV. Estar alegres hoy cuando haya que sufrir por Cristo
7. Los tiempos para la Iglesia y el cristiano se vuelven
cada vez más difíciles. Por contradicciones internas de la
Iglesia. Por pecados gravísimos de algunos de sus pastores.
Por el laicismo militante de Occidente que quiere barrer
toda expresión cristiana. Por el fanatismo religioso de
algunos grupos que no toleran la presencia cristiana en el
mundo islámico. Todo eso duele.
Pero pregunto: ¿nos dejamos ganar por el miedo? No dudemos
que cuanto más presente esté en el mundo el espíritu del
mal, mucho más presente estará el Espíritu de Jesús. Y él
nos llena de una incontenible alegría y fortaleza.
V. Shahbaz Bhatti, un mártir alegre del siglo XXI
8. Es ejemplar a este respecto el testamento espiritual de
Shahbaz Bhatti, ministro pakistaní de las minorías
religiosas, asesinado el pasado 2 de marzo. No resisto a
transcribirlo, para que mis oyentes y lectores puedan
gustar de la alegría pascual que nos trae Jesús resucitado.
Ésta fue posible hace dos mil años. Pero es bien posible
también en el tercer milenio. El testamento dice así: "Yo
quiero servir a Jesús". Me han propuesto altos cargos de
gobierno y se me pidió que abandone mi batalla, pero yo
siempre lo rechacé, aun poniendo en peligro mi vida. Mi
respuesta siempre fue la misma: "No, yo quiero servir a
Jesús como un hombre normal". Este amor me hace feliz. No
quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. Sólo
quiero un lugar a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, mi
carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy
siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte en mí que
consideraría un privilegio el que, en este esfuerzo y en
esta batalla por ayudar a los necesitados, a los pobres, a
los cristianos perseguidos de Pakistán, Jesús quisiera
aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir por Cristo y
quiero morir por él. No siento miedo alguno en este país.
Muchas veces los extremistas trataron de asesinarme o de
encarcelarme; me amenazaron, me persiguieron y
aterrorizaron a mi familia. Los extremistas, hace unos
años, pidieron incluso a mis padres, a mi madre y a mi
padre, que me convencieran para que no continúe con mi
misión de ayuda a los cristianos y los necesitados, pues de
lo contrario me perderían. Pero mi padre siempre me alentó.
Yo digo que, mientras viva, hasta el último aliento,
seguiré sirviendo a Jesús y a esta humanidad pobre, que
sufre, a los cristianos, a los necesitados, a los pobres.
Quiero decir que me inspira mucho la Sagrada Biblia y la
vida de Jesucristo. Cuanto más leo el Nuevo Testamento, los
versículos de la Biblia y la palabra del Señor, más se
reafirman mi fuerza y mi determinación. Cuando reflexiono
en el hecho de que Jesucristo lo sacrificó todo, que Dios
envió a su mismo Hijo para redimirnos y salvarnos, me
pregunto cómo puedo seguir el camino del Calvario. Nuestro
Señor dijo: "Ven conmigo, carga tu cruz, y sígueme". Los
pasajes que más me gustan de la Biblia dicen: "Tuve hambre,
y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; era
forastero, y me recibiste; estaba desnudo, y me vestiste;
enfermo, y me visitaste; en la cárcel, y viniste a verme".
De este modo, cuando veo a personas pobres y necesitadas,
pienso que detrás de sus rasgos se encuentra Jesús, que me
sale al paso. Por este motivo, siempre trato de ayudar,
junto con mis colegas, para llevar asistencia a los
necesitados, a los que tienen hambre y sed”.
9. Shahbaz Bhatti, un hombre de hoy, a quien no le hizo
falta, como al apóstol Tomás, ver las marcas de los clavos
en las manos de Jesús e introducir la suya en su costado
abierto. Lo veía permanentemente en los pobres a los que
asistía y defendía. Ha recibido la palma del martirio. Hoy
reina con Cristo resucitado en la Gloria.