Cuaresma 2011 “Dejando que Dios entre en el corazón”
Lunes 18 de Abril de 2011
Isaías 42, 1-7 Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.
Salmo responsorial 26 El señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado
Juan 12, 1-11 Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía
Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena:
Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él en la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y
se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha
vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no
porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo
que iban echando)
Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los
pobres los tenéis con vosotros, pero a mi no siempre me tenéis.
Una muchedumbre de Judíos se entero de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino
también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos
sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les
iban y creían en Jesús.
El Siervo de Dios
El Profeta Isaías presenta a Jesús en contacto inmediato con el dolor de la
humanidad y a la vez en perfecta fidelidad a Dios. Se llama a Jesucristo "Luz de las
Naciones" Observemos al Señor que es luz y salvación (Salmo 26) Pero en contraste con las
notas del evangelio, que está lleno de lamentaciones. Jesús cercano a la muerte acepta los
perfumes propios de un funeral a usanza de su época y cultura. Pero también observemos
cuando Jesús ve en el acto de cariño de la mujer que derrama el perfume una "unción para
sepultura" está saltando de las consideraciones puramente humanas al designio de su
Padre. Una lección que nos invita a levantar la mirada, pues más allá de los intereses
inmediatos hay un amor que mira lejos.
Camino a la muerte. No una muerte que se entrega porque no hay nada más que
hacer. Nada de eso. Jesús trae el mensaje del Padre Dios y hace su voluntad. Su voluntad
no es morir, pues todos somos hijos de la muerte, sino que el verdadero espíritu de la
misericordia divina, se centra en la alianza de la salvación, sellada desde la cruz. Dios muere
en Jesús por amor.
Quien va a morir nada guarda, todo lo entrega. No hay más débil que un enfermo y
más aún, un agonizante. Cuando me ha tocado, como sacerdote, atender a una persona
moribunda descubro una entrega total en las manos de Dios. Todo es silencio y dolor. Todo
guarda el mejor de los recuerdos y una nube de tristeza señala el momento. Desde ahí,
podemos llamar a Dios, autor de la vida, para que desde esa cruz de dolor, centro de la
alianza salvadora, nos señale el avance hacia la vida y no en ese último respiro.
Señor Jesús, luz de las naciones, ven en nuestra ayuda y destapa lo mejor de
nosotros para que podamos ser fragancia de mejor aroma para servir a quienes están
doblegados por el dolor y sepamos ser, para ellos, cariño, salud y alegría en tan difíciles
momentos. Amén.
"La fragilidad del ser humano sólo puede encontrar auténtica esperanza en la eternidad de
Dios y en su salvación en Cristo."
(Juan Pablo II)
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