“¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?”.
Jn 11; 45-56
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA LOCURA DE LA CRUZ
En el Evangelio que se nos ha proclamado hoy el conflicto llega a su punto álgido. La
situación es irreversible: se ha decidido la muerte de Jesús. El escándalo de la cruz
aparece a nuestros ojos, y en la tierra nada ha cambiado. Por todas partes conflictos,
sobre todo en nosotros mismos... ¿Lograremos el éxito donde Jesús ha fracasado?
A lo largo de este tiempo de pasión tendremos ocasión de enfrentarnos al realismo de la
cruz. Cristo ha venido para hacernos partícipes de la promesa maravillosa de que Dios
es todo en todos. Pero para realizarlo no ha suprimido los conflictos ni nos ofrece una
paz barata. El mismo se ha adentrado en el meollo del conflicto que lacera el corazón
humano y nos ha conseguido la victoria del amor... Se trata de una victoria lograda
mediante la locura de la cruz y el sacrificio de la obediencia, que coincide cabalmente
con la gloria eterna.
A través de este mismo camino, también nosotros podemos entrar en la gloria, que
comienza ya aquí. Esa es la tarea de nuestra vida, el compromiso de este día. Rechazar
la lucha -lo cual equivale a seguir nuestros deseos instintivos- y permitir que la división
arraigue en nosotros y en el mundo es como ponerse al lado de los enemigos de Cristo.
Aceptar generosamente la lucha, contando con la gracia de Dios, pedida en la oración,
significa participar en la victoria definitiva del amor y poseer ya el gozo de Dios.
ORACION
Oh Dios, Padre nuestro, que en el exceso de tu amor has expuesto a tu Hijo amadísimo
al rechazo y al odio del mundo, danos la fuerza de tu Espíritu a nosotros, que, elegidos
para ser tuyos, queremos seguir las huellas de nuestro maestro y dar un valiente
testimonio, al mundo que no te conoce, de su muerte y su resurrección.
Haz que, conformándonos a él, opongamos amor al odio, mansedumbre a la violencia,
perdón a la venganza, paz a la enemistad, bendición a la maldición. No permitas que en
la hora de la prueba nos venza el miedo y nos haga caer en el pecado de la incredulidad
y el desamor. Antes al contrario, haz que siempre seamos más tuyos y vayamos a ti
unidos a tu Hijo, llevando en brazos a este mundo al que tú, incansablemente, amas y
quieres salvar. Amén.