Domingo V del Tiempo de Cuaresma Ciclo A
P. Emilio Betancur Múnera
Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerte vivirá y
todo aquel que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?
“Yo os aseguro que, quien escucha mi Palabra y cree en el que me envi, tiene
vida eterna, no será condenado en el juicio, porque ya pas de la muerte a la vida”.
La resurrección de Lázaro tuvo como consecuencia inmediata la muerte y
resurreccin de Jesús, es comprensible entonces la invitacin de Tomás: “Vamos
también nosotros a Jerusalén a morir con él”, para resucitar con él.
MUERTE Y VIDA
La deportación de los habitantes del reino de Judá a Babilonia (597- 538 a .C.) se
llam “el Exilio”. A pesar de la esclavitud fue un tiempo rico literaria y
teológicamente, por haberse hecho la edición definitiva del Deuteronomio, la
escritura de partes del Pentateuco y la relectura de los primeros profetas hace parte
también de Exilio, la presencia del pecado y la revelación de la santidad de Dios
como misericordia con el hombre. Esa es la historia que quiere renovar como
memoria la cuaresma.
Ezequiel como parte de los deportados dio razón permanente del amor y fidelidad
de Dios. Así ejerci su misin de sacerdote y profeta: ”Pueblo mío, yo mismo abriré
sus tumbas, los haré salir de ellas y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel. Así
podrán decir que yo soy el Seor. Infundiré a ustedes el Espíritu y vivirán” (Primera
lectura).
DIOS RESCATA LA VIDA
El acontecimiento que se narra en el evangelio es sustancialmente del mismo
género que los seis retornos a la vida que nos cuenta la biblia. Elías le devuelve la
vida al hijo de la viuda de Sarepta, Eliseo al hijo de la Sunamita, Jesús a la hija del
Jairo y al hijo de la viuda de Naím; Pedro a Tabita y Pablo a Eutico.
Abrir los sepulcros, conducir a la tierra e infundir el Espíritu para saber quien es el
Seor, se cumplirá en Jesucristo. ”Quien no tiene el espíritu de Cristo no es de
Cristo. En cambio si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la
muerte a causa del pecado, su espíritu vive por la actividad creadora de Dios”
(Segunda lectura)
LAZARO Y JESÚS
De la actividad creadora de Dios hace parte la resurrección de Lázaro en el
evangelio de San Juan. (Jn 11,1-45).
Jesús tenía emociones comunes a todos los humanos: se confunde y llora con la
muerte de un amigo y la orfandad de sus hermanas.
La resurrección de Lázaro es el signo que prefigura el triunfo sobre la muerte de
Jesús en la cruz.
La gente tuvo que correr la roca que cerraba la tumba de Lázaro, María Magdalena
cuando llegó al sepulcro encontró removida la piedra, Lázaro salió de la tumba
atado de pies y manos, los lienzos utilizados en la muerte de Jesús permanecieron
cerca de la tumba, enrolados. Finalmente Lázaro fue llamado para volver a la vida
anterior, Jesús salió de la tumba como el viviente (que ya no vuelve a morir). ”Yo
soy la resurreccin y la vida… ¿Creen esto?
RESURRECCIÓN Y VIDA
Marta que juzga a Jesús: “debi haber venido a Betania para evitar la muerte de mi
hermano”. Ella esperaba una curacin sin darse cuenta que Jesús cura del mal
radical que hay en el hombre, la muerte.
Cuando Jesús dice que El es la resurrección y la vida, el término resurrección
depende de vida, es decir, es la resurrección por tratarse de la vida.
La muerte como causa del pecado es transversal a toda vida humana, pero no
puede vencer al Dios de la vida y quien se hizo carne para que se convirtieran en
hijos de Dios y les ocurriera lo mismo que le pas a Jesús:”Todo el que cree en mi
aunque muera vivirá y todo el que vive y cree en mi no morirá para siempre”. Ese
proceso de movimiento hacia la vida se inicia desde el bautismo en el que nacemos
a la fe en la muerte y resurrección de Jesús. Dicho nacimiento tiene que pasar por
la cruz
Tomás no teniendo aun la experiencia de la resurrección no conoce la calidad de
vida que Jesús comunica, por eso quiere morir pero de muerte física.
Quitar la losa es hacer desaparecer la frontera entre los vivos y los muertos. La
losa no sólo no dejaba entrar sino que tampoco dejaba salir; era el punto final de la
existencia, ocultaba la presencia de la vida en la muerte. Solo ahora, sabiendo que
morir no significa dejar de vivir, podrá la comunidad entregar su vida como Jesús
para recobrarla. La reacción natural es la adhesión a Jesús.
A los creyentes nos corresponde anunciar la muerte y resurrección de Jesús como
responsable de la existencia del hombre nuevo.
EVANGELIO Juan 11, 1-45
En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su
hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le
enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas
mandaron recado a Jesús, diciendo:
-«Señor, tu amigo está enfermo.»
Jesús, al oírlo, dijo:
-«Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios,
para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba
enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus
discípulos:
-«Vamos otra vez a Judea.»
Los discípulos le replican:
-«Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí? » Jesús
contestó:
-«¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz
de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.» Dicho
esto, añadió:
-«Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo.»
Entonces le dijeron sus discípulos:
-«Señor, si duerme, se salvará.»
Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño
natural. Entonces Jesús les replicó claramente:
-«Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para
que creáis. Y ahora vamos a su casa.» Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a
los demás discípulos:
-«Vamos también nosotros y muramos con él.»
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco
de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a
María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que
llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo
Marta a Jesús:
-«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé
que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Jesús le dijo:
-«Tu hermano resucitará.»
Marta respondió:
-«Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice:
-«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y
el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le
contestó:
-«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al
mundo.»
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: -«El Maestro
está ahí y te llama.»
Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado
todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los
judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y
salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó
María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
-«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.» Jesús, viéndola
llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy
conmovido, preguntó: -«¿Dónde lo habéis enterrado?»
Le contestaron:
-«Señor, ven a verlo.»
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
-«¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron:
-«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que
muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una
losa.
Dice Jesús:
-«Quitad la losa.»
Marta, la hermana del muerto, le dice:
-«Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»
Jesús le dice:
-«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
-«Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas
siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has
enviado.» Y dicho esto, gritó con voz potente:
-«Lázaro, ven afuera.»
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un
sudario. Jesús les dijo: -«Desatadlo y dejadlo andar.»
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho
Jesús, creyeron en él.
Ezequiel 37, 12-14
Sal 129, 1-2- 3-4ab. 4c-6. 7-8
Romanos 8, 8-11