Miércoles 20 de Abril de 2011
Miércoles Santo 2011
Isaías 50, 4-9
En aquellos días dijo Isaías: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el
oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he rebelado ni me he
echado atrás. Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban
mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos.
Mi Señor me ayudaba, por eso no me quedaba confundido, por eso ofrecí
el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado. Tengo cerca a mi
abogado, ¿quién pleiteará contra mí? Vamos a enfrentarnos: ¿Quién es mi rival?
Que se acerque. Mirad, mi Señor me ayuda: ¿quién probará que soy culpable?
Salmo responsorial 68
R/Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor
Por ti he aguantado afrentas, / la vergüenza cubrió mi rostro. / Soy un
extraño para mis heermanos, / un extranjero para los hijos de mi madre; / porque
me devora el celo de tu templo, / y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
R.
La afrenta me destroza el corazón, / y desfallezco./ Espero compasión, y
no la / hay, / consoladores, y no los encuentro. / En mi comida me echaron hiel, /
para mi sed me dieron vinagre.R.
Alabaré el nombre de Dios con cantos, / proclamaré su grandeza con
acción de gracias. / Miradlo, los humildes, y alegráos, / buscad al Señor, y vivirá
vuestro corazón. / Que el Señor escucha a sus pobres, / no desprecia a sus
cautivos. R
Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los
sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando
ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le
preguntaron: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? El contesto: Id
a casa de Fulano y decidle: "El Maestro dice: mi momento está cerca; deseo
celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la
Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los doce. Mientras comían, dijo: Os
aseguro que uno de vosotros me va a entregar. Ellos consternados se pusieron a
preguntarle uno tras otro: ¿Soy yo acaso, Señor? El respondió: El que ha mojado
en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo el Hombre se va como
está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!, más le
valdría no haber nacido. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: ¡Soy yo
acaso, Maestro? El respondió: Así es.
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COMENTARIOS
Al contrario que en Mc, es Judas quien pide dinero por entregar a Jesús
(v. 14). Judas es el hombre que no ha hecho la opción por la pobreza (5,3), y el
afán de dinero lo ha llevado a traicionar el mensaje (13,22). El precio que los
sumos sacerdotes ponen a Jesús se encuentra en Zac 11,12 (LXX). Las treinta
monedas de plata eran el precio de un esclavo (Ex 21,32).
La escena tiene lugar "el primer día de los Azimos" (fiesta de los panes
sin levadura), la tarde de la víspera de Pascua. Son los discípulos los que recuerdan
a Jesús que ha de ser preparada la cena. Jesús, consciente de que "su momento" -
el de su muerte- está cerca, manda a todos los discípulos a dar el recado a un
desconocido.
"Caída la tarde se puso a la mesa con los Doce" (v. 20). "Los Doce" se
identifican con "sus discípulos"; se ve el valor simbólico del número, que designa
al grupo como el Israel mesiánico. Jesús anuncia la traición, provocando la
tristeza y la inseguridad de ellos (v. 21); "mojar en la misma fuente" era gesto de
amistad e intimidad.
Y añade: "El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay
de ese hombre que va a entregar al Hijo del hombre! Más le valdría a ese hombre
no haber nacido". Hay una clara oposición entre "el Hijo del Hombre" y "ese
hombre", es decir, entre el portador del Espíritu de Dios (3,16) y el que carece de
él. Al entregar al Hijo del hombre a la muerte, Judas elimina de sí mismo todos
los valores propios del Hijo del hombre y pretende acabar definitivamente con
ellos. Renuncia para siempre a su plenitud humana. Prefiere el dinero a su propio
ser. La vida del hombre es un camino hacia la plenitud; quien renuncia a ella se
condena él mismo al fracaso; más le valdría no haber nacido.
"Entonces reaccionó Judas, el que lo iba a entregar, diciendo: -¿Acaso
soy yo, Rabbí? Jesús respondió: -Tú lo has dicho” (v. 25). Jesús va estrechando
el circulo de los posibles traidores (v. 21: «uno de vosotros»; v. 23: "Uno que ha
mojado en la misma fuente que yo"). A la primera denuncia todos reaccionan,
excepto Judas: "Ellos, consternados, empezaron a replicarle uno tras otro: ¿Acaso
soy yo, Señor?" (v. 22).
A la segunda, Jesús se ve forzado a reaccionar: "Tú lo has dicho" (v.
25).
Sin reproche alguno, Jesús identifica al traidor, aunque no necesariamente a los
oídos de todos. Es su último esfuerzo para que Judas tome conciencia de lo que va
a hacer y recapacite.
Juan Alarcón, s.j.
(Extracto de FUNDACIÓN ÉPSILON)