EL CAMINO DE LA FE
(DOMINGO DE PASCUA EN LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR)
27 marzo 2005
"El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando
aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde
estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo: Se han
llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro... Hasta entonces no habían
entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos". (Jn 20,1-9)
Les costó trabajo. Parecía que, después de tanto tiempo con Él, habían descubierto
perfectamente la condición de Jesús de Nazaret (Dios-hombre verdadero). Y, sin
embargo, por lo que nos dice el Evangelio, esto no fue así. María se llegó al
sepulcro por motivos de "humanidad": para cumplir con el deber de dispensar al
cadáver de un ser querido los cuidados acostumbrados en la época. Por eso,
esperaba encontrarlo donde y como lo dejaron. Incluso después de toparse con la
sorpresa de la losa quitada, su primera reacción no tuvo que ver con la
resurrección, sino con el robo del cuerpo: " Se han llevado del sepulcro al Señor y
no sabemos dónde lo han puesto". Lo mismo les sucedió a Pedro y a Juan. Salieron
amino del sepulcro, para comprobar si se lo habían llevado... y cómo había podido
suceder. Fue después, al examinar el sepulcro, cuando su visión se aclara: porque,
hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre
los muertos". Les costó trabajo.
Este es el camino de la fe. Un proceso, que progresa poco a poco. Un proceso
siempre inacabado. Un proceso, cuyas metas conseguidas impulsan a nuevas y más
altas metas. Un descubrimiento continuo. Una novedad constante. Y es que el
misterio de Dios no se agota nunca para nosotros. Cada día es completamente
nuevo y sorprendente. Ni siquiera en la vida eterna le encontraremos el fin.
Y no importa que sepamos el final. Hoy se nos brinda: Cristo ha resucitado. Desde
ahí, podremos bucear hasta honduras insospechadas. Y descubrir a Jesús como Hijo
de Dios, como el Mesías. Y tener a Dios como Padre. Y encontrar a los demás como
hermanos. Y vernos insertos por el Bautismo en la gran familia de los cristianos. Y
tener la certeza de que el pecado no tiene la última palabra. Y recibir el
compromiso de trabajar por un mundo nuevo. Y no poder prescindir del contacto
con el Dios que da sentido y explicación a nuestra vida. Y caminar llenos de
esperanza en medio de las dificultades. Y no perder la alegría a pesar de nuestros
pecados. Y no callar nuestras convicciones en todos nuestros ambientes. Y no
aferrarnos a los bienes de este mundo como si fueran dioses. Y saber perdonar. Y
abrazarnos a la cruz, que lleva a la vida. Y alimentarnos de su Palabra y de su
Cuerpo... y caminar convencidos de que Él está siempre a nuestro lado.
Es mucho el camino... y hay que recorrerlo. Es el camino de la fe. Aunque no lo
vivamos nunca en plenitud, con aquello que vamos consiguiendo estamos dentro de
él con toda su eficacia. Tendremos que dejarnos renovar por la fuerza de la
Resurrección. Y, desde ahí, renovar todo lo que toquemos. Sólo así entenderemos
"la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos".
Miguel Esparza Fernández