Comentario al evangelio del Domingo 17 de Abril del 2011
De los Ramos a la Pasión
Termina la Cuaresma y comienza la Semana Santa con este domingo, a la vez Domingo de Ramos
y Domingo de Pasión, como gozne. Los ramos nos sitúan ante aquella entrada más o menos triunfal de
Jesús en Jerusalén. Estamos de fiesta. Pero sin solución de continuidad las lecturas de la misa nos traen
el relato de la Pasión de Jesús. Y lo hacen terminar no en la resurrección sino en el enterramiento de un
Jesús derrotado y abandonado por todos menos por dos mujeres, María Magdalena y la “otra María” y
por un grupo de soldados que los sumos sacerdotes y los fariseos se encargan de poner allí para
asegurarse de que nadie irá a robar el cadáver. Y después el silencio. Nada más.
Pero por en medio tenemos el relato detallado de
las últimas horas de Jesús. Comentarlo en toda su extensión y con todos los detalles nos llevaría
demasiado. La invitación es a leerlo personalmente, a hacer esa lectura orante en un rato de silencio, a
dejar que del corazón broten los sentimientos al acompañar a Jesús en esa vía dolorosa que lo lleva
desde la última cena hasta el momento de su muerte en la cruz.
Pero quizá convendría resaltar apenas algunos puntos para hacer hincapié en ellos en nuestra
oración:
• La institución de la Eucaristía se hace en el contexto de la despedida de Jesús. Jesús y los discípulos
han comido juntos muchas veces. Pero ésta tiene un significado especial. Marca la entrega de la vida
de Jesús por nosotros. El pan y el vino son alimento para nuestro camino como Jesús mismo se hace
alimento para nosotros.
• Los discípulos no tienen muy claro el momento que están viviendo. En el huerto de los Olivos se
duermen sin problema. No se dan cuenta de que el espíritu e decidido pero la carne es débil. Mientras
tanto Jesús vive realmente su pasión, experimenta el abandono de los suyos y la soledad. La traición de
Judas no hará más que confirmar ese abandono. Ante él sólo tiene el cáliz que le ofrece el Padre. Al
final, se reafirma en su compromiso: “Hágase tu voluntad.”
• En el juicio ante las autoridades judías experimenta hasta el fondo lo que puede ser la injusticia de
los hombres que actúan basados sólo en sus intereses. Jesús está ya condenado de antemano. Sólo se
trata de buscar excusas y razones que justifiquen la decisión previamente tomada. Lo de Pilato no
necesita comentario. Como tantos gobernantes, se guía por los sondeos de opinión y no por la
búsqueda de la justicia.
• Ya hemos aludido al abandono. En el momento de la detención todos los discípulos, los mismos que
se habían dormido plácidamente, huyeron y lo abandonaron. Apenas Pedro es capaz de seguirlo de
lejos. Pero cuando se le encara la última criada del palacio, niega sin rubor su pertenencia al grupo de
Jesús. Él no sabe nada, no conoce nada. Él sólo pasaba por allí por casualidad. Hasta tres veces niega
conocer a Jesús. Sus lágrimas de arrepentimiento, cuando oye cantar al gallo, no tapan los hechos:
cobarde y traidor. No mucho mejor que Judas, por cierto. Y luego fue el primer papa, según la
tradición.
• Los soldados se lo pasaron bien un rato con Jesús. El
deporte de aprovecharse de los más débiles, de reírse de ellos, está muy extendido. A todos los niveles
de la sociedad. Seguro que todos hemos participado en él alguna vez. No es peor lo que hicieron los
soldados. Estaban aburridos y les pusieron a Jesús para divertirse con él.
• En la cruz se mantiene el abandono. La gente que lo ve se burla de él. Y hasta los bandidos que
estaban crucificados con él lo insultaban. Pero Jesús se mantiene fiel hasta el final. Siente el dolor del
abandono pero sigue refiriéndose a su Padre en sus palabras.
• El momento de la muerte no necesita comentario. Sólo un tiempo de silencio. Y mirar, si nos
atrevemos, de frente al crucificado. Y sentir el dolor de Jesús y el dolor del mundo, el dolor acumulado
de tantos inocentes y de tantas injusticias. Y aguantar firme la esperanza en el Padre. Como Jesús.
Ya sólo queda abrir el corazón a las vivencias de esta Semana Santa que hoy comienza. Asumir el
dolor del mundo en todas sus formas y sabernos comprometidos con Dios hasta el final por el Reino,
por la reconciliación, por la vida, por la justicia. Hasta dejarnos la vida en ello. Como Jesús. En la
esperanza de que el Dios de la Vida no nos defraudará.
Fernando Torres Pérez cmf