Comentario al evangelio del Sábado 23 de Abril del 2011
Queridos amigos y amigas:
Hoy, Sábado Santo, contemplamos la tumba de Jesús. No decimos nada. No celebramos nada. Estamos
inundados de silencio. Una parte de nosotros mira a la noche de la muerte. La otra intuye lentamente la
alborada.
Nuestra vida entera es un sábado santo. Nos habitan los recuerdos de todas las muertes que anticipan la
nuestra. Nos reclaman todas las primaveras que anuncian nuestra resurrección.
No es fácil vivir un día como hoy. Algunas comunidades prolongan el gran ayuno de ayer. De esta
manera se preparan para el gozo de la Vigilia Pascual. En muchos lugares, el Sábado Santo se ha
convertido en un día de reposo tras la intensidad litúrgica de los días pasados. En la mayoría, es un día
de vacación o de entretenimiento.
Dondequiera que nos encontremos, hay tres preguntas que pueden ayudarnos a templar nuestro ánimo
en este “no-día”, en esta celebración de ese extraño artículo del Credo que reza: “fue sepultado”.
¿Qué esperanzas he ido sepultando a lo largo de mi vida?
¿Qué preguntas me repito con más frecuencia en el último tiempo?
¿Qué anhelos anidan todavía en mi corazón?
Que la Vigilia de esta noche nos inunde de la luz, de la Palabra, del agua y del pan que necesitamos
para hacer más sabrosa nuestra vida.
Hasta la semana de Pascua, si Dios quiere.
¡Feliz domingo de Resurrección!
Ciudad Redonda