Cuaresma 2011 “Dejando que Dios entre en el corazón”
Miércoles 20 de Abril de 2011 Jesús atado a la columna
Primera Lectura. No he sustraído mi rostro a los insultos y salivazos Lectura del libro del
profeta Isaías 50, 4-9ª
Salmo 68. Por tu bondad, Señor, socórreme.
Mateo 26, 14-25 ¡Ay de aquél por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!
Lo que debió ser una comida fraterna se convierte en drama: hay un traidor
Judas, su figura se inserta en el proyecto salvífico de Dios. No nos
corresponde a nosotros juzgarlo, pues todos sabemos que Dios es misericordioso.
Lamentablemente al no arrepentirse degeneró en la desesperación y la
autodestrucción. Al no estar en comunión con Jesús perdió el camino que conduce
a la salvación. Judas es un hombre decepcionado de Jesús. El había entrado en el
grupo de los doce, como todos, con su propia historia personal, con sus ideas, con
su forma de ser y de vivir. El problema era que aunque Jesús había pasado por él,
Judas no había pasado por Jesús. No se había ajustado al proyecto de Jesús.
Hoy nos corresponde no desesperar nunca de la misericordia divina. Es
importante que respondamos a la pregunta: ¿Cómo nos situamos nosotros frente a
Jesús? Hoy en esta mesa de la Eucaristía estamos delante de Jesús, alimento,
necesidad para vivir. Entonces, ¿Comulgamos? Si nosotros no comulgamos,
¿cómo podemos vivir como hijos de Dios? Sin olvidar que Jesús nos ha elegido
con una vocación determinada la cual se centra en el servicio.
En el caso de Judas su decepción la motivó el abandonar a Señor. Olvidando
que la fe había que cuidarla y alimentarla. Por eso decidió sacarle rentabilidad a
esos años que estuvo con Jesús y le vendió por treinta monedas.
¿Qué les pasa a los hombres de hoy en día?
Empiezan a jugar a dos cartas y rompen con la verdad. Se endurecen y son
incapaces a la conversión. Y hoy sigue siendo Jesús vendido. No fue sólo ayer.
También hoy se hace.
La palabra pasión de este día del Nazareno
Puede indicar un amor vehemente, pasional. O bien un sufrimiento mortal.
En la novela Quo vadis, un pagano pregunta al apóstol san Pedro, recién llegado a
Roma: "Atenas nos ha dado la sabiduría, Roma el poder; vuestra religión, ¿qué nos
ofrece?". Y Pedro le responde: ¡el amor!
"El misterio de la Cruz y de la Resurrección nos asegura, sin embargo, que el
odio, la violencia, la sangre, la muerte no tienen la última palabra en las
vivencias humanas. La victoria definitiva es de Cristo y tenemos que volver a
empezar desde Él, si queremos construir para todos un futuro de paz, justicia y
solidaridad auténticas".
(Juan Pablo II)
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