Hoy es el día de la esperanza.
22/04/2011
Evangelio
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN 18, 1–19, 42
*Apresaron a Jesús y lo ataron*
En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón,
donde había un huerto, y entraron allí Él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía
también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.
Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y
de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas.
Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: «¿A quién
buscan?». Le contestaron: «A Jesús, el nazareno». Les dijo Jesús: «Yo soy». Estaba
también con ellos Judas, el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a
tierra. Jesús les volvió a preguntar: «¿A quién buscan?». Ellos dijeron: «A Jesús, el
nazareno». Jesús contestó: «Les he dicho que soy Yo. Si me buscan a mí, dejen
que éstos se vayan». Así se cumplió lo que Jesús había dicho: «No he perdido a
ninguno de los que me diste».
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo
sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces
Jesús a Pedro: «Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha
dado mi Padre?».
*Llevaron a Jesús primero ante Anás*
El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y
lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel
año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera
un solo hombre por el pueblo».
Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del
sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro
se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo
sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a
Pedro: «¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?». Él dijo: «No lo
soy». Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y
se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús
le contestó: «Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente
en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada
a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre
lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho».
Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: «¿Así
contestas al sumo sacerdote?». Jesús le respondió: «Si he faltado al hablar,
demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me
pegas?». Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
*¿No eres tú también uno de los discípulos? No lo soy*
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: «¿No eres tú también uno
de sus discípulos?». Él lo negó diciendo: «No lo soy». Uno de los criados del sumo
sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: «¿Qué
no te vi yo con Él en el huerto?». Pedro volvió a negarlo y enseguida cantó un gallo.
*Mi Reino no es de este mundo*
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no
entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de
Pascua.
Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: «¿De qué acusan a este
hombre?». Le contestaron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos
traído». Pilato les dijo: «Pues llévenselo y júzguenlo según su ley». Los judíos le
respondieron: «No estamos autorizados a dar muerte a nadie». Así se cumplió lo
que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres Tú el rey de los
judíos?». Jesús le contestó: «¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho
otros?». Pilato le respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos
sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?». Jesús le contestó:
«Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores
habrían luchado para que no cayera Yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es
de aquí». Pilato le dijo: «¿Con que Tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo has
dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que
es de la verdad, escucha mi voz». Pilato le dijo: «¿Y qué es la verdad?».
Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: «No encuentro en Él
ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un
preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?». Pero todos ellos gritaron:
«¡No, a ése no! ¡A Barrabás!» (El tal Barrabás era un bandido).
*¡Viva el rey de los judíos!*
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona
de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura,
y acercándose a Él, le decían: «¡Viva el rey de los judíos!», y le daban de
bofetadas.
Pilato salió otra vez y les dijo: «Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en
Él ninguna culpa». Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto
color púrpura. Pilato les dijo: «Aquí está el hombre». Cuando lo vieron los sumos
sacerdotes y sus servidores gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Pilato les dijo:
«Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en Él». Los
judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir,
porque se ha declarado Hijo de Dios».
Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el
pretorio, dijo a Jesús: «¿De dónde eres Tú?». Pero Jesús no le respondió. Pilato le
dijo entonces: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y
autoridad para crucificarte?». Jesús le contestó: «No tendrías ninguna autoridad
sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti
tiene un pecado mayor».
*¡Fuera, fuera! Crucifícalo*
Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: «¡Si sueltas
a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo
del César». Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el
sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de
la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: «Aquí tienen a su rey». Ellos
gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿A su rey voy a crucificar?».
Contestaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César». Entonces
se los entregó para que lo crucificaran.
*Crucificaron a Jesús y con Él a otros dos*
Tomaron a Jesús y Él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado «la
Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con Él a otros
dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo
encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús el nazareno, el rey de los judíos».
Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a
Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de
los judíos le dijeron a Pilato: No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Este ha
dicho: Soy rey de los judíos”. Pilato les contestó: Lo escrito, escrito está».
*Se repartieron mi ropa*
Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes,
una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda
de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rasguemos, sino echemos
suertes para ver a quién le toca». Así se cumplió lo que dice la Escritura: *Se
repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica*. Y eso hicieron los soldados.
Ahí está tu hijo - Ahí está tu madre.
Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre, la hermana de su Madre, María la de
Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su Madre y junto a Ella al discípulo que tanto
quería, Jesús dijo a su Madre: «Mujer, ahí está tu hijo». Luego dijo al discípulo:
«Ahí está tu madre». Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
*Todo está cumplido*
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se
cumpliera la Escritura dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Los
soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la
acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: «Todo está cumplido», e
inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
*Inmediatamente salió sangre y agua*
Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los
cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel
sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y
los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego
al otro de los que habían sido crucificados con Él. Pero al llegar a Jesús, viendo que
ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le
traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.
El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la
verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que
dice la Escritura: *No le quebrarán ningún hueso*; y en otro lugar la Escritura
dice:
*Mirarán al que traspasaron*.
*Vendaron el cuerpo de Jesús y lo perfumaron*
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por
miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato
lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras
de una mezcla de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se
acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo
crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado
todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el
sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús.
Oración introductoria
Ven Espíritu Santo, dame la luz y la fortaleza para guardar el silencio exterior e
interior que me permita contemplar, en toda su profundidad, la pasión y muerte de
nuestro Señor Jesucristo. No permitas que huya, que me distraiga o endurezca mi
corazón.
Petición
Padre mío, que sepa apreciar el gran misterio de tu amor y me deje moldear en
este momento de oración.
Meditación
«Hemos contemplado a Jesús en su rostro lleno de dolor, despreciado, ultrajado,
desfigurado por el pecado del hombre (). Desde que Jesús fue colocado en el
sepulcro, la tumba y la muerte ya no son un lugar sin esperanza, donde la historia
concluye con el fracaso más completo, donde el hombre toca el límite extremo de
su impotencia. El viernes Santo es el día de la esperanza más grande, la esperanza
madurada en la cruz (). Poniendo su existencia „donada‟ en las manos del Padre,
sabe que su muerte se convierte en fuente de vida, igual que la semilla en la tierra
tiene que deshacerse para que la planta pueda crecer. (). Desde el día en que
Cristo fue alzado en ella, la cruz que parece ser el signo del abandono, de la
soledad, del fracaso, se ha convertido en un nuevo inicio: desde la profundidad de
la muerte emerge la promesa de la vida eterna. En la cruz brilla ya el esplendor
victorioso del alba del día de la Pascua» (Benedicto XVI, 2 de abril del 2010).
Reflexión apostólica
«Y en la misma cima del Calvario, la cruz de Cristo, con sus dos maderos, vertical y
horizontal, fue una imagen elocuente de este sentido doble de la redención. La
actividad del Regnum Christi, en plena sintonía y colaboración con la Iglesia, no es
diferente; es siempre una actividad «a dos manos»: con una sacia el hambre
espiritual del ser humano dándole el pan de la Palabra y de los sacramentos; con la
otra trabaja para atender su hambre corporal colaborando con la Iglesia y con la
sociedad en la ingente tarea de satisfacer las necesidades materiales de los
hombres, especialmente de los más necesitados. El Movimiento reconoce que la
ayuda material también es vehículo de evangelización» (Manual del miembro del
Movimiento Regnum Christi , n. 45).
Propósito
Abrazar las cruces que Dios permite en mi vida como una oportunidad para
santificarme y llegar al cielo.
Diálogo con Cristo
Jesucristo, ¡gracias por venir a salvarme! Desde el momento de tu encarnación
empezó tu pasión que hoy culmina en la cruz. No quiero, no puedo, sería una
infamia permanecer igual, no reaccionar ante estos hechos. Teóricamente quiero
unirme a tu pasión pero en la práctica sabes que el miedo o la ley del menor
esfuerzo me dominan, por eso necesito que tu Espíritu Santo sea el huésped
permanente de mi alma. Él hará posible que crezca en el amor decidido,
convencido, magnánimo, que me colmará de alegría y me llevará a trabajar
infatigablemente en mi misión de conocer, vivir y dar a conocer el Amor.
« Ponte delante del crucificado con honestidad y pregúntale a Él por qué está
clavado en la cruz. Su respuesta te bastará para no temerle, para no dudar de su
benevolencia hacia ti, para aceptar con alegría la cruz de tu vida y para sentirte
plenamente amado »
( Cristo al centro, n. 582).