¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”
Mt 21, 1-11
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“BENDITO EL QUE VIENE, COMO REY, EN NOMBRE DEL SEÑOR”
Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de
Cristo que hoy vuelve de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y
dichosa Pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres... Ea, pues,
corramos a una con quien se apresura a su Pasión, e imitemos a quienes salieron a su
encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas,
sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de que seamos
capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene, y así
logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.
Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente el que es manso y que
asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y convivir con
nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con Él... Repitamos
cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos
espirituales del alma: “Bendito el que viene, como Rey, en nombre del Señor” (San Andrés de
Creta, Sermón 9, sobre el Domingo de Ramos).
ORACION
¡Oh Jesús!, présago de la turba que iba a ir a tu encuentro, montaste en un asnillo y diste
ejemplo de admirable humildad entre los aplausos del pueblo, que acudió a recibirte, que
cortaba ramas de los árboles y alfombraba el camino con sus mantos. Y mientras las
muchedumbres entonaban himnos de alabanza, tú, siempre pronto a la compasión, elevaste el
lamento sobre el exterminio de Jerusalén. Levántate ahora, íoh sierva del Salvador!,
incorpórate al cortejo de las hijas de Sión y ve a ver a tu verdadero rey... Acompaña al Señor
del cielo y de la tierra que va sentado sobre las ancas de un potro, síguele siempre con ramos
de olivo y de palma, con obras de piedad y con virtudes victoriosas. (SAN BUENAVENTURA,
El madero de la vida, 15).