Semana Santa
SABADO SANTO
La mañana de este día, junto a la Madre Dolorosa, esperamos el
cumplimiento de la promesa de Jesús, que al tercer día iba a resucitar.
Acompañamos a María Santísima en su mayor dolor, la muerte de su Hijo
querido en la Cruz.
Hoy en la liturgia se destacan los signos de vida: el fuego, la luz del cirio
pascual, el agua, el hombre bautizado, el cristiano de pie frente al
resucitado que es Cristo y la perspectiva de la vida eterna. El futuro del
hombre es la vida verdadera. Cristo ha resucitado por el poder del Padre. El
Dios de la promesa es fiel: cumple su Palabra. Jesucristo es el Primogénito
de los resucitados, esperanza segura de la vida que nos espera. La
resurrección como experiencia real, es motivo para proclamarlo a todo
hombre de este mundo. La esperanza que el nos otorga es el motivo de
alegría y jubilo para toda la Iglesia universal. Aleluya, aleluya, este es el
día en que actuó el Señor sea nuestra alegría y nuestro gozo, aleluya,
aleluya.
a.- Lecturas del AT:
- Gn. 1,1-31; 2,1-2 Vio Dios que todo lo que había hecho era muy bueno.
- Gn. 22,1-18: Sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe.
- Ex. 14,15; 15,1: Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto.
- Is. 54, 5-14: Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.
- Is. 55,1-11: Venid a mí y viviréis; sellaré con vosotros alianza eterna.
- Bar. 3,9-15; 32; 4,4: Camina a la claridad del resplandor del Señor.
- Ez. 36,16-28: Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un
corazón nuevo.
b.- Lecturas del NT:
- Rm. 6,3-11: Incorporados a Cristo por el bautismo.
c.- Ciclo:
Evangelio:
A.- Mt. 28,1-10: Ha resucitado y va delante de vosotros a Galilea
B.- Mc. 16,1-8: El crucificado resucitó.
C.- Lc. 24, 1-12: No está aquí; ha resucitado.
Las mismas mujeres que estuvieron presentes en la sepultura de Jesús vienen a
mirar el sepulcro; lo que encuentran es al mensajero divino y escuchan sus
palabras. El terremoto y su bajada del cielo hablan de que Dios tiene algo muy
importante que comunicar. Sus vestiduras resplandecen, como las de Jesús en el
Tabor, en su Transfiguración; los centinelas quedan reducidos al temor ante su
presencia, el ángel hizo rodar la piedra y se sentó ante ellas. El evangelista en el
fondo trata de explicar lo inexplicable: nadie fue testigo de la resurrección de Jesús.
El acontecimiento de la resurrección corresponde a los actos ocultos de Dios o de su
vida, que ningún hombre puede contemplar. Pareciera que basta la fe de los
testigos y del evangelista con afirmar que participaron el mensajero divino en este
acontecimiento trascendental. Fueron los ángeles los que anunciaron su nacimiento
en Belén, también serán ellos los que lo acompañen en su regreso como Hijo del
Hombre, Juez de vivos y muertos. Fueron ángeles los que lo acompañaron y
sirvieron luego de las tentaciones en el desierto, también son ellos los que ahora
son testigos de su resurrección del sepulcro. Cuando el huerto de los Olivos, fue
hecho prisionero, Jesús no pidió la ayuda de los ejércitos celestiales, ahora vienen
en su ayuda, luego de la entrega de su vida en la Cruz. El ángel les dice a las
mujeres el mensaje que ya el sepulcro dice por si sólo y que él dice en nombre de
Dios: Ha resucitado. Buscaban al crucificado, pero ya no está; la muerte fue
devorada por la victoria. Dios Padre no ha permitido que el Santo conociera la
corrupción, las señales de la muerte de Jesús, hablan a las claras que ha
comenzado un tiempo nuevo, la etapa final. Son los signos que anuncian la nueva
creación: la luz de la madrugada, el terremoto que abre la tierra, la muerte vencida
para siempre, el pagano centurión que ha proclamado al pie de la Cruz que
verdadera el Crucificado era el Hijo de Dios, el Justo (cfr. Mc. 15,39; Lc. 23,47).
Ahora viene la confirmación de parte de Dios: Jesús ha dicho la verdad. El nuevo
tiempo es en verdad el último tiempo de la humanidad. La noche se vuele día, es el
primer día de la nueva creación. La sentencia que Dios hecho sobre el pecado, en la
muerte redentora de Jesús por la humanidad, se transforma en sentencia de gracia
y libertad, amor y unión para todos los que creen. Gracia que los justifica, libertad
de la tiranía que la muerte ejercía sobre los hombres, amor que los santifica y la
unión con Dios como meta definitiva de sus existencias. En un segundo momento
encontramos la orden que el ángel les da a las mujeres comunicar a los discípulos:
que vayan a Galilea, ahí lo verán glorificado. Los que no lo vieron muerto, porque
habían huido, ahora lo contemplarán vivo y glorioso, si vuelven a ÉL. Las mujeres
se alegran por el mensaje que Jesús está vivo, pero también las invade el miedo
ante la presencia de la gloria de Dios. La alegría o el gozo que sienten lo transforma
todo: el sepulcro ya no lugar de tristeza y de llanto fúnebre, sino de jubilosa alegría
para ellas y todos los que esperaban el cumplimiento de las promesa que Jesús
había hecho: al tercer día iba a resucitar. Cuando las mujeres van de camino,
Jesús resucitado se les presenta y las saluda: “Salve” (v. 9). Este saludo es
familiar, corriente si se quiere, no es una solemne bendición: Con ello nos quiere
enseñar el evangelista, la cercanía de Jesús son los suyos. Las mujeres caen de
rodillas y le adoran y Jesús confirma lo dicho por el ángel:
“No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.” (v. 10).
Jesús habla en tomo mucho más coloquial que el ángel, mientras éste los llamó
“sus discípulos” (v. 7), Jesús habla de “mis hermanos” (v. 10). El hecho de la
peregrinación los unirá interiormente por la fe y el amor hasta la unión definitiva
con Él. Jesús, verdaderamente está en medio de sus hermanos, como Señor
viviente. Con toda la Iglesia digamos: Aleluya, Aleluya ¡¡¡Cristo Jesús a
Resucitado!!! Aleluya, Aleluya.
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD