EN LA COMUNIDAD SE VE AL SEÑOR
DOMINGO 2º DE PASCUA
30 de Marzo de 2.008
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el
dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó
Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela
en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás: ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber
visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los
discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de
Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Juan 20,24-29.
¿Quién te manda, Tomás, andar fuera de coro, campar por tus reales, apartarte del
hogar y de la mesa fraternos? Es mucho, Tomás, lo que te pierdes; es Todo lo que
tú pierdes. ¿Acaso no sabes, Tomás, que el contacto con los hermanos es la
manera mejor de invocar y provocar la presencia viva del Señor?
Muchos no ven al Señor, porque no unen sus ojos a los otros ojos, como si sus ojos
solitarios no fueran demasiado pequeños para la gran Presencia. Muchos, Tomás,
se pierden el fuego y el soplo del Resucitado, porque arrancan su cuerpo y su alma
del hogar, y olvidan que la Vida se hace presente cuando los cuerpos se unen.
¡Qué pobreza, Tomás, vivir en solitario aun las propias riquezas, asistiendo a la
propia podredumbre, por no haber abierto aduanas de exportación e importación
interpersonales! ¡Y qué empobrecidos los hermanos con la marcha llorada del que
se fue consigo mismo!
¿Y por qué, Tomás, tu separación, tu escisión, tu cisma? ¿Seguías huyendo de
todos, porque pensabas que el Pastor seguía herido y que sus heridas no podían ser
gloriosas? ¿Llegaste, tal vez, a pensar que la muerte de Jesús no tenía camino de
vuelta, y que, desaparecido el centro de atracción, ya sólo era posible centrifugarse
y escapar a la soledad?
Pero no, Tomás. Mientras tú huías de todos, todos tus hermanos te necesitaban
presente, como si ellos sin ti no fueran ni ellos mismos; como si su experiencia
pascual no fuera tal experiencia de no contártela y contagiártela.
Mientras tú no estabas, Él te acompañaba vivo en tu huida, y te preparaba un
Hogar compacto, un Cenáculo fraterno, una Comunidad renacida, con Espíritu de
por medio y hermanos corresucitados. Y te preparaba un contacto con sus llagas,
una pasada por los signos de su cruz, para cegar y escandalizar tus ojos
increyentes, purificándolos de esta forma para la gran Visión y disponiéndolos así
para la inefable Experiencia. Te iba a resucitar, cuando, regresado y humilde, lo
llamaras Dios.
Juan Sánchez Trujillo