SEÑOR, EL MUNDO ESTÁ ENFERMO
Por Javier Leoz
Cerramos, con el evangelio que relata la tercera catequesis bautismal, esta
serie de domingos cuaresmales que nos van a conducir a la Semana Santa.
La resurrección de Lázaro refleja la carta final y definitiva de Jesús: es la
resurrección y la vida. Despertemos pues nuestra fe y la confirmemos ante
estos milagros que nos hacen ver y sentir profundamente el señorío de
Cristo.
1. ¿Qué vivimos e intuimos en el clima de esta celebración cuaresmal? Entre otras
cosas que, el poder del Señor, es más fuerte que la muerte y que, por lo tanto,
tenemos derecho a creer, soñar y pensar en la eternidad. Es una herencia que el
Padre tiene reservada, por pura iniciativa suya, para los que creen y esperan en El.
Como Lázaro, muchos de nosotros y de los hombres contemporáneos, nos
encontramos enfermos y a veces en el filo del abismo de la muerte. Son muchas las
circunstancias que nos preocupan:
-El Tsunami recientemente acontecido en el Japón con la desaparición y muerte
de miles de personas; destrucción y desolación en multitud de poblaciones
-La central nuclear Fukushima como seria amenaza al bienestar de la
humanidad
-Los conflictos de Libia, Costa de Marfil, etc.
Y es que, a través de muchos medios, orales, televisivos o escritos, nos siguen
alcanzando las mismas noticias que llegaron a los oídos de Jesús: “tu amigo (el
mundo) está enfermo”.
2. El anuncio de la resurrección de Lázaro era el pregón adelantado de la definitiva
resurrección que, días después, iba a darse en la persona Jesús. Lázaro (por
aquello de que las alegrías verdaderas duran poco) moriría después. Por el
contrario, Cristo, después de saltar del sepulcro no vuelve a morir y nos deja el
camino marcado: desapareceremos pero, por su muerte y resurrección,
resucitaremos. Como Marta, y ante la enfermedad severa que padecen muchos
hombres con claros síntomas de “incredulidad” nosotros respondemos: “Si, Señor:
yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo que tenía que venir al mundo”:
3.- La muerte ha sido y será un gran enigma para el hombre. La ciencia, como
mucho, puede aplazarla e incluso “invernarla” pero nunca podrá convertir al ser
humano en un ente eterno. Entre otras cosas porque, si así fuera, perdería el
sentido de vivir, las ganas de superación. ¿Por qué y para qué trabajar,
despuntarse, llorar o sufrir, reír o cantar, viajar o descansar……..si vamos a estar
siempre aquí y así en el mundo? ¿No sería un vivir sin vivir?
Jesús con la resurrección de Lázaro nos prepara con expectación a la fiesta de la
Pascua. Ya sabemos la línea maestra y fundamental de estas próximas horas: Jesús
derrota al gran enemigo de sus amigos, la muerte. ¿Puede hacer algo más por un
amigo (por ti y por mí) el Señor?
4.- Se acercaba un médico a la cabecera de un paciente en un hospital. ¿Qué desea
Vd. para comer? preguntaba el facultativo. Doctor, con que me cure, me basta. Y
es que, a la hora de la verdad, el ser humano sabe valorar lo qué merece en verdad
la pena. Marta y María (aunque añorasen a Jesús o fuera un honor tenerle como
amigo y recibirle en su casa) confiaban en El porque, sólo El, podía dar a Lázaro lo
que había perdido y lo que ellas deseaban: la vuelta a la vida: abrazar a su
hermano.
5.- TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR
Cuando me digas “sal de ahí”
quiero dejar la fría losa que me inmoviliza
que me detiene en la oscuridad
y me recuerda que Tú ya no existes
que pregona que, la nada o el absurdo,
serán mis acompañantes para siempre.
TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR
Y, al verte conmovido porque ya no estaré muerto sino vivo
darte las gracias porque, ante todo, me darás la vida Señor
Porque, tus promesas, son más fuertes que la misma muerte
porque tu fama, Señor, desde siempre me ha impresionado.
TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR
Abandonando las vendas de la tiniebla y del llanto
para, después de resucitar, cantar eternamente tu gloria
y con el resto de los que creen y esperan como yo
enterrar las dudas y las desesperanzas
sabiendo que Tú, Señor, tienes palabras de vida eterna
TAMBIÉN YO, SEÑOR, QUIERO SALIR
Pero, mientras no llegue ese momento,
guárdame en tu corazón, amigo y Señor,
no olvides que, mientras estuve y caminé en la tierra,
pensé en Ti, di gracias por haberte conocido
cerré los ojos al mundo con el sueño de poder escuchar un día:
¡AMIGO, SAL DE AHÍ!
Haz, Señor, que mientras asoma ese instante de partir
cuando algunos lloren y otros recen por mí
te siga amando con todo mi corazón, fuerza y afecto
Amén.