DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR 011 A
Ofrezcan los cristianos, ofrendas de alabanza, a gloria de la víctima,
Propicia de la Pascua
La historia la escriben los vencedores, y el máximo acontecimiento lo ha escrito
Cristo Jesús con su sangre y su entrega consumada en lo alto de la cruz. Ahí se
inmoló, ahí se entregó, pero ahí mismo triunfó y es la causa de nuestra propia
salvación.
Cordero sin pecado, que a las ovejas salva, a Dios y los culpables, unió con
nueva alianza
Un cordero sin mancha, y único, a diferencia de los muchos corderos que se
sacrificaban en el templo de Jerusalén, restablece para siempre la alianza porque
está fincada en su sangre.
Lucharon vida y muerte, en singular batalla, y muerto el que es la vida,
triunfante se levanta .
Más que ser racional el hombre tendría que ser redefinido como ser guerrero pues
por sus propias fuerzas nunca está en paz. Pero esta vez la lucha es singular, se
trata de Cristo que triunfa de la misma muerte, y que vuelve por su propio pie,
pues es cabeza de la humanidad que tiene que levantarse de su postración para ser
asociada al triunfo de Cristo.
“¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?” “A mi Señor glorioso, la
tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de
veras mi amor y mi esperanza!
Las mujeres, creyendo muerto a Cristo, iban con ungüentos y perfumes a la tumba
del Señor, pero no se imaginaban que desde dentro encontrarían que la misma
tumba despedía una fragancia y un perfume que ningún hombre ha logrado imitar.
Ya la tumba no podía contener en su silencio y en su oscuridad, al que era Vida, y
Luz y Alegría y Esperanza para todos los hombres. Cristo, sin testigos mortales,
había resucitado y se daba a conocer a los que él elegiría como testigos de su
resurrección.
Venid a Galilea, allí el señor aguarda: allí veréis los suyos, la gloria de la
Pascua”, Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia, que estás
resucitado, la muerte en ti no manda.
Una vez resucitado, Cristo anima a sus discípulos a ir a Galilea, para encontrarse
nuevamente con ellos, para seguir instruyéndolos y recordarles que ahí donde
comenzaron la aventura de la evangelización, desde ahí tendrían que reanudar el
camino, un camino que no terminaría hasta que al último de los mortales se les
hubiera anunciado el mensaje salvador, para instar a todos a aceptar la cruz y a ver
a todos sus semejantes como hermanos, en el camino a la propia resurrección
unidos al Maestro.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana, y da a tus fieles parte, en tu
victoria santa.
Es el Rey, un rey que vestía como todo mundo, que se entremezclaba entre los más
sencillos, los más pobres, los más maltratados por la vida, para hacerlos los más
cercanos a su corazón, para albergarlos en su propio palacio, en su propio Cuerpo,
en su propio Corazón. Dejemos a un lado los harapos del pecado y dejémonos
revestir por el traje de luz, de fiesta, de Resurrección, dejémonos revestir del
Espíritu Santo y vivamos la vida nueva unidos a Cristo el vencedor de los siglos y
de la muerte. ¡Aleluya, el Seor Resucit, Aleluya”.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios
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