EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 20,11-18.
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se
asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies
del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a
mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que
era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde
lo has puesto y yo iré a buscarlo".
Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir
"¡Maestro!".
Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a
mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de
ustedes'".
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le
había dicho esas palabras.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Bienaventurado John Henry Newman (1801-1890), Padre, fundador y teólogo
Sobre la Justificación, n°9, §8
«He visto al Señor y me ha dicho»
«No me toques, porque aún no he subido al Padre». ¿Por qué el Señor no puede
ser tocado antes de su ascensión, y cómo podrá ser tocado después? ... No me
toques, porque he aquí que, para vuestro bien, me apresuro de la tierra al cielo, de
la carne y la sangre a la gloria, de un cuerpo humano a un cuerpo espiritual (1 Cor
15,44)... Asciendo, en cuerpo y alma, a mi Padre... Por lo tanto, yo estaré presente,
aunque invisible: más realmente presente que ahora. Entonces me podrás tocar y
coger - sin un abrazo visible, pero más real, a través de la fe y devoción...
«Tú me has visto, María, pero no has podido retenerme. Te me has acercado, lo
suficiente como para besar mis pies y ser tocada por mi mano. Tú has dicho: ¡Oh, si
yo supiera cómo guardarlo, retenerlo para siempre! Si pudiera tenerlo y nunca
perderlo! (Job 23,3; Ct 5,6) Tu deseo hecho realidad: cuando yo me haya ido al
cielo, no verás nada, pero lo tendrás todo. A mi deseada sombra te podrás sentar, y
mi fruto será dulce a tu paladar (Canto 2:3). Me tendrás plena y enteramente.
Estaré cerca de ti, en ti; entraré en tu corazón, plenamente Salvador, enteramente
Cristo, en toda mi plenitud, Dios y el hombre, por la fuerza prodigiosa de mi cuerpo
y mi sangre».
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”