¡QUÉ HORAS NOS AGUARDAN!
Por Javier Leoz
En el pórtico de la Semana Santa, con el Domingo de Ramos, se
entrecruzan dos sentimientos: el gozo (al ver cómo Jesús es aclamado) y
la tristeza (mañana todo será llanto). Y, por esa puerta, adentrándonos en
Jerusalén acompañamos a Jesús que nos invita a vivir con El auténticas
horas de pasión, entrega, amor, donación, sacrificio, muerte…y
resurrección. ¿Seremos capaces de meternos de lleno en la solemnidad de
la Pascua? ¿Somos conscientes de que, nuestro ser cristiano, arranca y
nace de la Pascua del Señor?
1. Jesús va a la cabeza. No se esconde. Hoy, su rostro es halagado por miles de
palmas pero, en viernes santo, será abofeteado por la burla, la incomprensión o el
escarnio. En ninguna de las dos situaciones, Jesús, se echó atrás. Sabía que, su
misión, iba a ser probada por diversos contrastes: gloria y desdicha, triunfo y
fracaso, júbilo y desnudez.
Con Cristo, en este domingo de ramos, iniciamos una impresionante peregrinación
hacia el culmen de su misión. Vamos con El y, además, lo hacemos siguiendo sus
indicaciones. El Señor quiere celebrar la Pascua ¿por qué no vivirla, especialmente
este año, como si fuera la primera vez? ¿Por qué no vivir intensamente cada gesto
y cada oración, cada palabra y cada silencio que nos conducen hacia el rostro
auténtico de Dios?
2. En el inicio del Domingo de Ramos se encuentran los vítores y las aclamaciones,
pero allá al fondo –sobre un montículo- Jesús divisa el horizonte donde, el próximo
Viernes Santo, se alzará una cruz exponente del mucho amor que Dios nos tiene.
Una cruz que, lejos de estar vacía, estará colmada por un cuerpo que, en esas
horas, será olvidado, insultado, silenciado y traicionado.
Hoy, la alegría, hace que se sacudan palmas al viento. En la tarde de Viernes
Santo, las voces enmudecerán por cobardía. La cruz se alzará en la más absoluta
soledad (con la sola presencia de Juan y de María) y, como alabarderos, aun lado y
otro, dos ladrones que –ante iguales ofertas- responderán de formas diferentes.
3. Hoy con esta manifestación pública de nuestro afecto a Jesucristo expresamos
esa gran procesión que, como cristianos, estamos realizando a la Jerusalén celeste.
¿Servirán de algo nuestros ramos bendecidos? ¿Sonarán a sinceros nuestros
cánticos jubilosos? ¡Por supuesto que sí! Frente al intento, por diversos estamentos,
de coartar nuestra libertad religiosa; de planificarnos una sociedad sin más
perspectiva que sus propias murallas….los cristianos sabemos que, una ciudad, nos
aguarda al final de nuestra existencia: el cielo.
Jesús, si se aventuró a dar estos pasos finales que le llevaron a la muerte, es
porque así lo creía: era paso previo y obligado para cumplir su misión; para
introducirse en la Patria celeste y, para que junto con El, también nosotros
podamos participar de esa conquista. ¿Y aún hay quien se resiste a aclamar a Jesús
como Señor y como Rey?
4.- Que nuestras gargantas, en este soportal de la Semana Santa, entonen cánticos
de alegría y de alabanza: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Porque
necesitamos un poco de cielo, un poco de Dios, un poco de eternidad. Porque, entre
otras cosas, necesitamos seguir a Jesús por ese camino que nos lleva derechos a la
comunión con Dios Padre.
¡Feliz Semana Santa, hermanos! ¡Felices horas de pasión, muerte y resurrección!
¡Las necesitamos más que nunca!
5.- ERES TÚ, SEÑOR, QUE ENTRAS
A lomos de un asnillo, humildemente
y sin más pretensión que cumplir
la voluntad de Aquel que te sostiene.
Para celebrar tu pasión, muerte y resurrección
y, sufrir, llorar y morir
para que no lo hagamos por siempre nosotros
ERES TÚ, SEÑOR, QUE ENTRAS
Rodeado de música y de salmos
con palmas en las manos, vítores y aclamaciones
Porque, tus horas tristes, aunque sean grandes
hoy son anunciadas y publicadas de esta manera:
Siervo, entre los siervos
Pobre, entre los más pobres
Obediente, has la muerte
Dócil, en el camino hacia el madero
Fuerte, ante la debilidad de los que te rodean
ERES TÚ, SEÑOR, QUE ENTRAS
Sales al escenario de la Jerusalén
La ciudad que hoy te aclama
y, la urbe, que mañana te dará la espalda
La ciudad que hoy te bendice
y, el bullicio que mañana gritará: ¡crucifícale!
Avanzas por esa ciudad, Jerusalén,
que son las calles por las que nosotros caminamos:
encrucijadas de falsedades y de engaños
de verdades a medias que son grandes mentiras
de amistades y de traiciones
de fidelidades y de deserciones
de amigos que compran y se venden
ERES TÚ, SEÑOR, QUE ENTRAS
Porque sabes que, para ganar,
hay que saber perder
Porque con tu entrada triunfal en Jerusalén
nos invitas a dejarnos enterrar
para que en un amanecer despertemos a la eternidad
Porque, al ascender por nuestras calles
nos muestras que, en la cruz que te espera,
se encuentra multitud de respuestas
ante tantos interrogantes del hombre.