EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la Octava de Pascua
Libro de los Hechos de los Apóstoles 3,1-10.
En una ocasión, Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la tarde.
Allí encontraron a un paralítico de nacimiento, que ponían diariamente junto a la
puerta del Templo llamada "la Hermosa", para pedir limosna a los que entraban.
Cuando él vio a Pedro y a Juan entrar en el Templo, les pidió una limosna.
Entonces Pedro, fijando la mirada en él, lo mismo que Juan, le dijo: "Míranos".
El hombre los miró fijamente esperando que le dieran algo.
Pedro le dijo: "No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de
Jesucristo de Nazaret, levántate y camina".
Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó; de inmediato, se le fortalecieron los
pies y los tobillos.
Dando un salto, se puso de pie y comenzó a caminar; y entró con ellos en el
Templo, caminando, saltando y glorificando a Dios.
Toda la gente lo vio camina y alabar a Dios.
Reconocieron que era el mendigo que pedía limosna sentado a la puerta del Templo
llamada "la Hermosa", y quedaron asombrados y llenos de admiración por lo que le
había sucedido.
Evangelio según San Lucas 24,13-35.
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús,
situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.
En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con
ellos.
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante
triste,
y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en
Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!".
"¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno,
que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el
pueblo,
y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser
condenado a muerte y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van
tres días que sucedieron estas cosas.
Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas
fueron de madrugada al sepulcro
y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido
unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres
habían dicho. Pero a él no lo vieron".
Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que
anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su
gloria?"
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en
todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir
adelante.
Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se
acaba". El entró y se quedó con ellos.
Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo
dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había
desaparecido de su vista.
Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y
nos explicaba las Escrituras?".
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí
encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos,
y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!".
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Juan Pablo II
Carta Apostólica « Mane nobiscum Domine » §2,11-12
«Cogió el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los
ojos»
El relato de la aparición de Jesús resucitado a los dos discípulos de Emaús nos
ayuda a enfocar un primer aspecto del misterio eucarístico que nunca debe faltar en
la devoción del Pueblo de Dios: ¡La Eucaristía misterio de luz! ¿En qué sentido puede
decirse esto y qué implica para la espiritualidad y la vida cristiana?
Jesús se presentó a sí mismo como la «luz del mundo» (Jn 8,12), y esta
característica resulta evidente en aquellos momentos de su vida, como la
Transfiguración y la Resurrección, en los que resplandece claramente su gloria
divina. En la Eucaristía, sin embargo, la gloria de Cristo está velada. El Sacramento
eucarístico es un «mysterium fidei» por excelencia. Pero, precisamente a través del
misterio de su ocultamiento total, Cristo se convierte en misterio de luz, gracias al
cual se introduce al creyente en las profundidades de la vida divina. En una feliz
intuición, el célebre icono de la Trinidad de Rublëv pone la Eucaristía de manera
significativa en el centro de la vida trinitaria.
La Eucaristía es luz, ante todo, porque en cada Misa la liturgia de la Palabra de
Dios precede a la liturgia eucarística, en la unidad de las dos «mesas», la de la
Palabra y la del Pan. Esta continuidad aparece en el discurso eucarístico del
Evangelio de Juan, donde el anuncio de Jesús pasa de la presentación fundamental
de su misterio a la declaración de la dimensión propiamente eucarística: «Mi carne
es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (Jn 6,55). Sabemos que
esto fue lo que puso en crisis a gran parte de los oyentes, llevando a Pedro a
hacerse portavoz de la fe de los otros Apóstoles y de la Iglesia de todos los tiempos:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). En
la narración de los discípulos de Emaús Cristo mismo interviene para enseñar,
«comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas», cómo «toda la Escritura»
lleva al misterio de su persona (Lc 24,27). Sus palabras hacen «arder» los
corazones de los discípulos, los sacan de la oscuridad de la tristeza y desesperación
y suscitan en ellos el deseo de permanecer con Él: «Quédate con nosotros, Señor»
(Lc 24,29).
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