EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 11,1-45.
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana
Marta.
María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus
cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo".
Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para
que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más
en el lugar donde estaba.
Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea".
Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte,
¿quieres volver allá?".
Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no
tropieza, porque ve la luz de este mundo;
en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él".
Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo".
Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará".
Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto,
y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a
verlo".
Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a
morir con él".
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía
cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su
hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María
permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera,
vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que
debía venir al mundo".
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está
aquí y te llama".
Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro.
Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde
Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba
de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor,
si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto".
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido
y turbado,
preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás".
Y Jesús lloró.
Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!".
Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría
impedir que Lázaro muriera?".
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una
piedra encima,
y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor,
huele mal; ya hace cuatro días que está muerto".
Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?".
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te
doy gracias porque me oíste.
Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para
que crean que tú me has enviado".
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!".
El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en
un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar".
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María
creyeron en él.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Pedro Crisólogo (v. 406-450), Obispo de Rávena, doctor de la Iglesia.
Sermón 64; PL 52, 379
« Entonces, Jesús lloró »
"Cuando Jesús vio llorar a María, y que los judíos que llegaron con él estaban
llorando, le embargó una profunda emoción..." María llora, los judíos lloran, el
mismo Cristo llora. ¿Crees que todos sienten la misma pena? María, la hermana
del muerto, llora porque no pudo retener a su hermano, ni evitar la muerte. Ella
está bien convencida de la resurrección pero la pérdida de su mejor apoyo, el
pensamiento de una falta cruel, la tristeza de una larga separación, son lágrimas
que ella no puede evitar... La imagen implacable de la muerte no puede que no nos
toque y moleste, cualquiera que sea nuestra fe. Los judíos también lloraron, en
recuerdo de su condición mortal, porque no esperan la eternidad...
Un mortal no puede no llorar ante la muerte.
¿Cuál de estas penas siente Cristo? ¿Ninguna? entonces ¿por qué llora? Él dijo:
Lázaro está muerto, y me alegro »... Pero he aquí que derrama lágrimas como los
mortales, al mismo tiempo que Él difunde una vez más el Espíritu de la vida!
Hermanos, este es el hombre: bajo la influencia de la alegría, como bajo el efecto
de la pena, derrama las lágrimas ... Cristo no llora en la desolación de la muerte,
en recuerdo de la alegría, aquel que por su palabra, una palabra, debe despertar a
los muertos a la vida eterna (Jn 5,48) ... ¿Cómo podemos pensar que Cristo lloró
por debilidad humana, cuando el Padre Celestial llora a su hijo pródigo, no cuando
se marcha, sino a la hora del regreso? (Lucas 15,20) ... Él permitió que Lázaro
muriera, porque quería resucitar a un muerto y así mostrar su gloria, permitió que
su amigo descendiera a los infiernos para que Dios apareciera, liberando al hombre
del infierno.
“servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”