“Yo lo conozco y soy fiel a su palabra.”
Jn 8, 51- 59
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
"ANTES QUE NACIESE ABRAHÁN, YO SOY".
Si la liturgia de hoy ha escogido el texto del libro del Génesis como primera lectura es
porque se habla también de Abrahán en el Evangelio. Aunque no se trata de una relación
artificial.
Abrahán es modelo del creyente porque su fe está vivificada por la caridad y por la
humildad: baste recordar su acogida a los misteriosos personajes (Dios mismo) en el
encinar de Mambré, su intercesión a favor de las ciudades pecadoras, el ponerse en
segundo plano ante su sobrino Lot, dejándole elegir la tierra más fértil. El fragmento de hoy
expresa de modo particular su disposición interior, manifestada en el gesto de postrarse en
adoración al recibir la "promesa" de convertirse en bendición para todos los pueblos.
Apoyándose humildemente en la Palabra de Dios a pesar de que todo parecía imposible,
Abrahán creyó que llegaría a ser fecundo.
La fe es una lucha por la vida. Y afronta la muerte en la forma más insidiosa y cotidiana, la
que podemos llamar "inutilidad de la existencia". Jesús es el verdadero descendiente de
Abrahán, porque en el combate entre la muerte y la vida, su fe abre a todos una esperanza
inesperada. En el muro de la angustia que nos oprime, Jesús abre una brecha para que
pueda irrumpir la vida, y es que él es la vida: "Antes que naciese Abrahán, yo soy".
ORACION
¡Señor Jesucristo, tú eres el mismo ayer, hoy y siempre! Tú eres el único en el que
podemos anclar con seguridad nuestra vida. Tú nos has justificado no por nuestras obras,
sino con la fuerza de la fe, con el don de tu gracia. Queremos vivir contigo y en ti sólo para
Dios Padre. Queremos vivir crucificados a tu amor inconcebible y vivir y morir de este amor,
morir para vivir. Que no prevalezca el hombre de carne y sangre, ni el ídolo de nuestro yo,
sino que tú, sólo tú, seas nuestra vida; tú, nuestra santificación; tú, nuestro indecible gozo,
amándote hasta el extremo como tú nos has amado. ¡Oh Cristo!, no has muerto en vano, ya
que tu amor nos ha hecho revivir y renacer y nosotros -crucificados y libres-creemos
firmemente en ti, verdadero hermano nuestro, que desde siempre y por siempre eres Dios.
Cristo, tú eres el único, el Señor; todo ha comenzado en ti, todo llegará a pleno
cumplimiento en ti.