Desconocido en el camino
Vivimos en la sociedad del anonimato. O nos marcan con un número, o nos
definen con un chip, código secreto propio de espionaje. Somos piezas de
una máquina. Cumplimos un rol o desparecemos. A lo más, aflora el
personaje. Nos contratan por horas para camuflar la explotación. Somos
desconocidos en el mismo camino, que no en la misma dirección.
Los dos discípulos de Emaús han equivocado el camino. Y a ello se suma un
personaje más desconocido aún. Jesús se hace el encontradizo con el fin de
buscar gozo y encuentra tristeza. Habla de vida y los peregrinos responden
con muerte. Quiere contagiar la esperanza y ellos sobreabundan en
desesperanza. No hay cómo comunicarse. Menos, entenderse. ¡Qué torpes!
Y en el camino se van aclarando las contradicciones. Lo primero es caminar
juntos. Luego, conversar mirándose a los ojos. Renovar la memoria, o sea,
volver a las raíces: Moisés y los Profetas. Y retomar ahí, las fuentes de la
vida que es lo que Cristo quiere llevar a sus interlocutores: Él es la vida y
hay que olvidarse de los funerales.
El hecho más significativo es el de compartir. Para eso hay una mesa y pan
caliente y vino en efervescencia. Se da la acogida, la bienvenida. Comienza
la bendición. Se parte el pan. Y se abren los ojos. La luz se torna fuego. El
corazón da pálpitos de ritmo acelerado. La nueva vida rompe todos los
esquemas. Se festeja la alegría. Comienza el testimonio de lo que se ha
visto y compartido.
Cochabamba 08.05.11
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com