Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Como guitarra sin cuerdas
El Viernes Santo por primera vez un Papa participa en un programa de
televisión para responder a una entrevista. La segunda pregunta la hizo una
señora que tiene a su hijo en estado vegetativo desde el año 2009. Quería
saber si en su cuerpo estaba aún el alma. El Papa, utilizando la imagen de la
guitarra sin cuerdas, respondió que las personas que se encuentra en un
estado crítico de salud, como es el estado de coma o vegetativo, son como un
fino instrumento musical al que le faltan las cuerdas para poder expresar su
riqueza interior. El alma está allí, pero escondida. Es un ser humano completo
que no ha perdido su dignidad, al contrario, hay que amarlos más porque
perciben el cariño que se les dispensa aunque no tengan forma de expresarse.
En una cultura pragmática, donde se ha perdido el valor de la persona por lo
que es y se atiende más a lo que produce, ¡cuántos instrumentos musicales
podemos encontrar a nuestro lado esperando un poco de amor!
La misma tentación de creer sólo en aquello que se ve la tuvo santo Tomás, el
apóstol incrédulo, cuando sus compañeros le dijeron que habían visto a
Jesucristo resucitado. “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no
meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado,
no creeré” (Jn 20,25).
El positivismo es una postura del que sólo admite como verdadero lo que es
empíricamente comprobable y la causa de su hegemonía la podemos
encontrar, tal vez, en la falta de una base metafísica. La manifestación del ser
es una parte de un todo más profundo que es el – no ser - como diría Heidegger.
La riqueza está en ese – no ser - que se esconde y que se va revelando. ¿Los
héroes no surgen acaso en situaciones críticas y adversas? ¿Las guerras no
han acelerado el desarrollo técnico y comunicacional?
La señora se cuestionaba si en el cuerpo de su hijo estaba aún el alma, como
también la sociedad se sigue cuestionando si un embrión es persona y por
ende goza de los derechos propios de un ser humano. Se cuestiona por la
existencia de Dios que resulta un problema insoluble como también por el
sentido del dolor y del sufrimiento.
El pasaje evangélico concluye con un reconocimiento hacia aquellos que creen
sin haber visto, hacia los que tienen fe, que es otro tipo de conocimiento,
incluso superior al metafísico. Alaba a los que tienen la audacia de sobrepasar
los límites de lo empírico, de lo útil, para encontrarse con el ser absoluto y con
el misterio que encierra cada hombre creado a su imagen y semejanza.
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