“He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben”
Jn 5, 31-47
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
LA EXISTENCIA DE UN DIOS QUE ES AMOR
Llevar una vida auténticamente religiosa significa ante todo sentirse
dependiente de Dios, unidos a él con un vínculo indisoluble. Lo demás es
secundario. De ahí brotan las actitudes espirituales y prácticas que
caracterizan al creyente y le diferencian del no creyente. El creyente es el
que, en una situación de prueba, no abandona a Dios como si fuese la causa
de su mal, sino que se vuelve hacia él con una insistencia invencible, como
hizo Moisés.
Además, el creyente adulto en la fe siente como prueba personal las pruebas
de sus hermanos próximos o lejanos: en todos ve a su prójimo. Ora por todos
y es un intercesor universal, dispuesto a cargar con las debilidades de los
demás, a sufrir para que los otros puedan ser aliviados en su dolor, como
hicieron Moisés y, sobre todo, Jesús, el inocente muerto como pecador por
nosotros, injustos. En esta humilde, fiel y continua donación de sí está el
verdadero testimonio. Frente a una vida entregada al servicio de los más
débiles, frente a personas que no acusan, sino que suplican y perdonan, antes
o después surgirá la pregunta: "¿Por qué actúa así?". La existencia de un Dios
que es amor no se "demuestra" más que dejando transparentar que vive en
los corazones de los que le acogen.
ORACION
Señor, esplendor de la gloria del Padre, ten piedad de nosotros. Hemos
buscado la gloria humana vanamente: lo único que sacamos es hacernos más
duros de corazón, sin saber dar un sentido a las cosas, a los acontecimientos.
Queremos ir a ti para tener vida; a ti, que eres transparencia del rostro del
Dios-humildad.
Jesús, testigo fiel y veraz del Padre, ten piedad de nosotros. Hemos rechazado
las exigencias de tu Palabra y hemos preferido seguir los ídolos del mundo,
viviendo una "espiritualidad de compromiso": ilusiones falaces que apagan el
amor interior. Queremos ir a ti para tener vida; a ti, que nos permites oír la
voz del Dios-verdad.
Cristo, Hijo obediente enviado por el Padre, ten piedad de nosotros. Hemos
olvidado las Escrituras, que nos cuentan la pasión que sufriste por nosotros;
hemos apartado la mirada de quien todavía vive la pasión en el cuerpo o en el
corazón; intercede por nosotros, pecadores, tú, inocente Cordero de Dios.
Queremos ir a ti para tener vida; a ti, que eres la presencia encarnada del
Dios-misericordia.