III DOMINGO DE PASCUA
(Hechos 2:14.22-33; I Pedro 1:17-21; Lucas 24:13-35)
Para algunos Ayn Rand es la filósofa más importante del ciclo veinte. Para otros es
la mayor impostora de filósofa. De todos modos vamos a escuchar mucho de ella
una vez que estrene el cine hecho de su libro (en el inglés) Atlas Shrugged. Pues,
les atrae a los jóvenes su ideología llamada el objetivismo. Este modo de pensar
divide el mundo entre unos pocos “creadores” -- fuertes, exitosos, y ricos -- y las
muchas “parasitas” deseosas de aprovecharse de los más prósperos. Si el
objetivismo nos parece como contra-cristiano, ciertamente es. Pues, no dice nada
de la interdependencia entre todos humanos mientras brinda un espíritu de
antagonismo. Para preservarnos del daño que sus errores causen, deberíamos
conocer mejor el contenido de nuestra fe. Tenemos que aprender de Jesús como
Cleofás y su compañero en el camino a Emaús.
Los discípulos andan desconcertados. Esperaban que Jesús fuera el que iba a
libertar a Israel del imperio romano. Entonces se le dio a muerte por una intriga
entre los líderes judíos y el gobernador romano. Sin embargo, en la mañana había
rumores de que se volvió a la vida. Ahora no saben que pensar. Nosotros
conocemos esta inquietud. Creemos en Dios y Sus mandamientos, pero nos parece
que los aventureros viven más felices. Manejan carros lujosos. Llevan el I-phone
más corriente. No faltan de compañía atractiva. Nos preguntamos si sería más
provechoso dejar el sexto y séptimo mandamiento al lado o posiblemente todos los
diez.
Entonces encontramos a Jesús. No se nos acerca en persona aunque sí es posible
que nos venga por otro ser humano. El Señor se les ha presentado a varios
hombres por un profesor particularmente sabio y a otros por una novia que lleva la
fe viva. Puede ser también que Jesús nos llegue simplemente por la lectura del
evangelio. Mahatma Gandhi escribió cómo una vez había tenido una imagen
distorsionada de Jesús por el maltratamiento que los hindús recibían a mano de los
ingleses. Pero después de haber leído el Sermón del Monte, se dio cuenta de que
Jesús no era charlatán sino gran profeta. Realmente no importa cómo nos alcanza
Jesús sino que nos viene en nuestro apuro tanto como pasa a sus discípulos en el
camino.
Dice la lectura que Jesús les explica las Escrituras que se refieren a él desde
Génesis hasta el último profeta. Así nosotros estamos instruidos en la fe de cabo a
rabo por las clases bíblicas, ¿Por qué ser católico?, el Cursillo, y otros programas
espirituales. No sólo aprendemos las verdades de la fe sino cómo tener la buena
vida según el mejor ejemplar, Jesús mismo.
Es la misa que nos beneficia sobre todo. Los elementos de pan y vino siempre nos
proveen la fuerza y el gozo. Sin embargo, una vez transformados en el cuerpo y la
sangre de Jesús, nos capacitan a amar al pobre que nos repulsa y al enemigo que
nos quitaría la vida. De esta manera podemos merecer la gloria de la resurrección.
Cleofás y su compañero experimentan una tal transformación del ser. Cuando
celebran la Eucaristía con Jesús – lo que quiere decir, “al partir el pan” – no más
sienten deprimidos. Más bien están agarrados por el valor de volver a Jerusalén en
la noche. Allá anuncian que verdaderamente el Señor ha resucitado.
Ya es el Día de la Madre. Tal vez queramos agradecer a nuestras madres con el I-
Phone más corriente por habernos dado la fuerza y el gozo. Pero que no nos falte a
decirles “gracias” por habernos presentado a Jesús. Él nos preserva de los errores
que desvían a muchos en el camino. Él nos capacita para la gloria de la
resurrección. Sobre todo somos agradecidos por conocer a Jesús.
Padre Carmelo Mele, O.P.