¡DESCUBRAMOS A JESÚS!
Javier Leoz
¡Feliz Santa Pascua! Cuando todavía muchos cientos de miles de peregrinos
–al igual que los de Emaús—tienen sus corazones enardecidos por el
encuentro personal con Jesucristo en el marco de la Beatificación de Juan
Pablo II, seguimos intentado también nosotros descubrir a ese Jesús que
nos sorprende, que marcha en paralelo a nosotros, que nos seduce y nos
muestra claras señales de que, su presencia, es garantía y esperanza para
creer firmemente en su resurrección.
1.- En multitud de ocasiones, la soledad y el pesimismo, nos agobian y se
convierten en una pesadilla en nuestro vivir. Alguien, con cierta razón, ha llegado a
decir que “el hombre mira más hacia el suelo que hacia el cielo”.
Los discípulos de Emaús estaban un poco de aquella manera; se encontraban
desconcertados y cabizbajos. Vuelven desazonados y sin muchas perspectivas de
una experiencia idílica hacia una “nada” que les hace sentir su fragilidad, orfandad
y desesperanza.
2- . Lo mismo, en distintas ocasiones y con muchos matices, nos ocurre al hombre
de hoy: pensábamos que todo estaba a nuestro alcance y el reciente terremoto
(con sus consecuencias posteriores en Japón) nos desestabiliza; creíamos dominar
la naturaleza y, cualquier tsunami, pone patas arriba años y años de progreso y
hasta las más atrevidas edificaciones. ¡Pensábamos que…y resulta que…!
¿Dónde está el Señor? ¿Ya le dejamos avanzar y transitar a nuestro lado? ¿No
estaremos dibujando un mundo a nuestra medida sin trazo alguno de su
resurrección? ¿Se dirige nuestro mundo hacia un bienestar permanente y duradero
o sólo a corto plazo? Son interrogantes que surgen constantemente como fruto de
la desazón de los discípulos del Emaús de nuestros días: regresamos decepcionados
de muchos panoramas que se nos presentan en nuestra vida corriente como
fantásticos…y resultan que eran ruinosos.
3.- Necesitamos volver hacia el encuentro con el Señor. No para que nos resuelva
de un plumazo nuestras peticiones o inquietudes. En principio es necesario regresar
de la desesperanza. Cristo salió fiador por nosotros, por nuestra salvación, por
nuestra felicidad eterna y….seguimos huyendo cabizbajos concluyendo que, el
Seor, se ha desentendido de nosotros. Que, el Seor, tal vez muri y….nunca
resucitó.
Necesitamos regresar hacia aquellas situaciones y gestos que hicieron grande
nuestra fe; la eucaristía y la oración, la confesión personal y los momentos de
piedad sincera. El mes de mayo, dedicado a María, nos puede ayudar –con su mano
intercesora- a encontrarnos cara a cara con Jesucristo Resucitado.
4.- No es necesario anhelar signos extraordinarios para dar con el Señor. En el
camino, allá por donde discurre nuestra vida, podremos alcanzar, sentir y palpar la
presencia de Jesús. Sólo una cosa es necesaria: nos fiemos de El. Para que Jesús
camine junto a nosotros es necesario que le hagamos sitio y, cuántas veces,
reducimos tanto el espacio para las cuestiones de la fe que a duras penas Cristo
puede hablarnos y recordarnos el inmenso amor que siente por nosotros.
5.- QUÉDATE, SEÑOR, NO PASES DE LARGO
Que, si ahora todo es luz,
sin ti y cuando te vayas, volverá a ser oscuridad
Que, si ahora veo tu grandeza,
sin Ti y cuando te vayas, sólo tocaré mi pobreza
QUÉDATE, SEÑOR, NO PASES DE LARGO
Porque, mis dudas con tu Palabra,
se convierten en seguras respuestas
Porque, mi camino huidizo y pesaroso
se transforma en un sendero de esperanza
en un grito a tu presencia real y resucitada
QUÉDATE, SEÑOR, NO PASES DE LARGO
Que, contigo y por Tï,
merece la pena aguardar y esperar
Que, contigo y por Ti,
no hay gran cruz sino fuerza para hacerle frente
Que, contigo y por Ti,
la sonrisa vuelve a mi rostro
y el corazón recuperar su vivo palpitar
QUÉDATE, SEÑOR, NO PASES DE LARGO
Porque, contigo, mi camino es esperanza
Porque, contigo, amanece la ilusión
Porque, contigo, siento al cielo más cerca
Porque, contigo, veo a más hermanos
y siento que tengo menos enemigos
Porque, contigo, desaparece el desencanto
y brota la firme fe de quien sabe que Tú, Señor,
eres principio y final de todo.