Comentario al evangelio del Viernes 06 de Mayo del 2011
¿Cuántos millones de euros o de dólares harían falta para alimentar a todos los que tienen hambre
en el mundo? Ciertamente no demasiados pero no se terminan de poner. Y sigue habiendo mucha gente
son saciar su hambre, sin cubierto el mínimo de necesidades naturales. Jesús no solucionó el problema
de aquellas gentes. Como mucho dio de comer a unos pocos y un día. Al día siguiente volvieron a
sentir la punzada del hambre.
Y, sin embargo, el milagro de la multiplicación de los panes tiene un profundo significado. Nos
habla en primer lugar de la compasión de Jesús. El dolor de la gente, el hambre, la miseria, todo eso
afecta a Jesús. Su corazón se llena de compasión. Eso vale para entonces y para ahora. Hoy, Jesús
sigue estando cerca de todos los que sufren. No puede evitar su dolor. Pero si puede alargar la mano
para acompañar, para compartir, para sentir con. Toda una forma de estar al lado de los demás. Es la
forma de estar de Dios. Porque precisamente al estar así es como Jesús nos revela a Dios.
En segundo lugar, la multiplicación de los panes indica que Jesús hace lo que puede. Pero ese
poder pasa por compartir lo que se tiene. No es broma. El milagro tiene su punto de partida en la
aparición de un chico que fue capaz de abrir su mochila y poner en común lo que tenía. A partir de ahí
se produce el milagro. Y hasta sobra. El milagro no nace de cero sino de la capacidad de los que están
allí de abrirse a los demás y compartir lo que tienen. En este caso se compartió unos panes y unos
peces. He visto en mi vida auténticos milagros que han sido fruto de compartir simplemente un rato,
unos minutos, con otra persona. Se ha vencido la soledad y se ha creado un hueco para la sonrisa y la
esperanza.
Y, en tercer lugar, el milagro de Jesús produce la abundancia. Es la abundancia del Reino de Dios.
Se terminó la penuria, la miseria, la pobreza, la angustia, la muerte. Y nace la esperanza, la vida, el
amor, la fraternidad. Los que estaban separados y aislados, pensando cada uno en su hambre,
comienzan a levantar la vista y descubren en Jesús al profeta que les abre la puerta a una nueva forma
de vivir. Por un momento, al compartir los panes y los peces, lo han experimentado. Igual que nosotros
en la Eucaristía experimentamos por un momento que Jesús hecho Eucaristía hace de nosotros una
familia. Y podemos seguir comprometidos con el sueño del Reino.
No hacen falta millones de euros. Lo que hace falta es voluntad de compartir y de crear fraternidad
como Jesús nos enseñó. Y el milagro se producirá.
Fernando Torres Pérez cmf