Comentario al evangelio del Viernes 27 de Mayo del 2011
El texto del evangelio de este día habría que escribirlo en letras de oro y ponerlo en las paredes de
nuestras casas. Jesús, el Señor, el Maestro, el Cristo, el Ungido de Dios, el Hijo de Dios, nos declara
amigos suyos. Así. A partir de aquel momento nuestro trato con él cambió radicalmente. Jesús no es el
gran señor ante el que nos tenemos que prostrar. Jesús no es el amo del que dependemos en todo lo que
hacemos. Jesús es nuestro amigo. La amistad implica cariño, cercanía, amor, confidencias, confianza
mutua. La amistad implica la igualdad de los amigos. Ya no hay arriba y abajo, primero y segundo,
más importante y menos importante. Los amigos se mueven en un plano de igualdad. Pueden
enfadarse, pueden litigar, pueden disentir en algunas cosas. Pero la amistad es más fuerte que todo eso
y se reencuentra en torno al diálogo tranquilo, a la conversación reposada. Una comida en un momento
de amistad fuerte. Quizá por eso tenga el sacramento de la eucaristía esa importancia tan grande que
tiene en la vida cristiana.
Ya no somos siervos sino amigos. Podemos estar orgullosos de ello. Alguno dirá que Jesús pone
una condición para ser amigos suyos. “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.” Es
verdad. Pero es una condición muy fácil de cumplir. Su condición es que nos amemos como él nos ha
amado. Entre los amigos reina el amor. No es una condición nueva. Es simplemente darle a la amistad
su verdadero y más profundo sentido. Sin amor mutuo no puede haber amistad verdadera. Y el amor, si
es auténtico, es naturalmente expansivo. No se queda en una especie de egoísmo a dúo o bienestar
compartido por el grupito de amigos. El amor se hace universal, no conoce fronteras, abarca a todos sin
excluir a nadie. Por eso la Iglesia está abierta a todos y el mensaje de la buena nueva es para toda la
humanidad.
El fruto del amor es la vida abundante, la vida para todos. Ese es el fruto que daremos los amigos
de Jesús. Como él con su amor total nos regaló la vida y la libertad, también nosotros, sus amigos,
amando como él nos amó, regalaremos vida y libertad a todos los que se nos crucen en el camino de la
vida. En esta amistad no hay más que una regla: amar, sin medida y sin condiciones. Como Jesús nos
amó. Como nuestro amigo nos amó y nos ama.
Fernando Torres Pérez cmf