Comentario al evangelio del Sábado 28 de Mayo del 2011
En la primera lectura estamos ante un momento clave de nuestra historia. Pablo inicia un nuevo
viaje misionero y, en su transcurso, da el salto de Asia Menor a Grecia. La cultura europea quedará
desde entonces marcada por el cristianismo. Pero también ha habido una influencia en la dirección
contraria: el cristianismo ha quedado marcado por la cultura grecolatina de una manera tal que parece
casi imposible liberarnos de esa impronta. Desde la liturgia hasta el derecho canónico, desde la
teología hasta los dogmas, todo lleva esa marca. Desde Europa el cristianismo se ha expandido a otros
continentes, a otras culturas, pero no ha sabido o no ha podido liberarse de esa influencia. Durante
siglos la misión cristiana ha llevado el Evangelio pero también la cultura europea como un todo
inseparable. Podemos pensar que ha sido un error, un pecado incluso, pero también podemos pensar
que el Evangelio se encarna verdaderamente en lo humano con todas las limitaciones que esa
encarnación puede llevar consigo.
Los pueblos, cada cultura, tendrán que hacer su propia lectura del Evangelio hasta que aprendamos
a mantener la unidad de la fe, de la comunión, en medio de la pluralidad de expresiones, de formas.
Hasta que aprendamos a diferenciar lo esencial de lo accidental, lo nuclear del Evangelio de lo que son
sus expresiones culturales concretas. Jesús no rechazó nada de lo humano. Nosotros tampoco
deberíamos.
Es posible que el mundo nos odie. Ya nos lo anuncia Jesús en el Evangelio. Pero no conviene que
nos odie porque le tratamos de imponer una determinada visión de lo que es la persona humana, una
visión particular y concreta hija más de una perspectiva cultural que del Evangelio. Si el mundo nos
tiene que odiar que sea porque defendemos la dignidad de la persona humana en todas sus formas,
porque defendemos la vida y la justicia. Porque desde el Evangelio criticamos todas las culturas,
incluida la europea, en lo que tienen de opresión y esclavitud para la persona, para todas las personas.
El mensaje de Jesús es para todos, sin excepción. El mensaje de Jesús es buena nueva para el
mundo, para este mundo. Es salvación, redención, reconciliación, vida y esperanza. Los pobres lo
reconocen porque les devuelve a la vida. Los poderosos, los que se sienten saciados, lo rechazarán
porque atenta contra su posición y su bienestar. Eso fue lo que le pasó a Jesús. Nosotros no vamos a ser
menos.
Fernando Torres Pérez cmf