“Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban
sentados.”
Jn 6, 1-15
Comentario y estudio del Evangelio
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
NO “ARRUINEMOS LOS PLANES DE DIOS
La intervención de Gamaliel resulta al final favorable a los apóstoles. Su
principio de no intervención -si la novedad no es de Dios, no durará; y si
es de Dios, es inútil oponerse a ella- se cita con frecuencia como ejemplo
de consejo sabio y prudente. Aunque no siempre está dictado por la
sabiduría, porque puede meterse por medio la pereza, cierto deseo de
vivir tranquilo, de dejar correr las cosas -incluso se podría incurrir en
fatalismo-, sin embargo, cuando está dictado por un espíritu de fe en el
Dios que obra en la historia, es, a buen seguro, un hecho positivo.
Es preciso poner en circulación, al menos en circunstancias parecidas, el
criterio sugerido por Gamaliel, especialmente en Occidente, donde todo
parece depender de nosotros y donde, hasta en las cosas de Dios, es el
principio de la eficiencia el que dicta la ley. Es necesario adquirir de nuevo
el sentido de Dios, que obra de continuo, que puede obrar, que está
presente tanto en los fenómenos grandes como en los pequeños. Es
necesario que seamos más humildes frente a los problemas de la
salvación. En ellos el protagonista es Dios; nosotros somos sólo pobres y
pequeños colaboradores. Lo que se nos pide es que no “arruinemos los
planes de Dios, que discernamos más bien, con humildad, su acción, para
secundarla, no para ponernos por encima de ella.
ORACION
¡Qué presuntuoso y ciego soy, Señor, con mis programas, mis planes, mis
organigramas, mis proyectos, mis proyecciones, mi organización! Me
ocurre a menudo, Señor, que intento administrar tu “empresa” de
salvación como si me perteneciera y debiera obtener de ella la mayor
utilidad posible. Cautivado del todo por mi afán de eficiencia, me olvido de
preguntarme sobre lo que estás haciendo, me olvido de preguntar lo que
estás llevando a cabo.
Y así, sin darme cuenta, quisiera que tú entraras en mis planes. Y, así, tus
sorpresas -¡que son muchas!- me inquietan y me turban. Concédeme el
espíritu de sabiduría y de discernimiento para que sea capaz de encontrar
el justo camino entre lo que debo dejarte hacer a ti y lo que a mí me
corresponde. Concédeme hoy, sobre todo, la humildad necesaria para
aceptar lo que tú quieres y para secundar de corazón tus planes,
misteriosos con frecuencia, pero siempre infalibles.