IV DOMINGO ADVIENTO
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
Un 'sí' que cambia la historia del hombre y del mundo
Estamos a unos días de la Navidad. Las calles, engalanadas con guirnaldas de luces
de colores, lo anuncian desde hace días.
La liturgia de este domingo nos retrotrae al momento de la Anunciación, cuando
Jesús empezó a ser un humilde embrión, desarrollándose en el seno cálido de
María.
Lucas seguramente tuvo oportunidad de entrar en contacto con los medios judeo-
palestinenses, donde se conservarían las tradiciones relacionadas con la familia de
Jesús. Es probable incluso que conectara personalmente con María, que "guardaba
todas estas cosas en su corazn”. (Lc.2, 19). El tercer evangelista nos dice que ha
tenido el cuidado de “encontrarse con aquellos que, desde el principio, fueron los
testigos oculares, a fin de informarse de todo, antes de escribir el Evangelio”. (Lc.
1,2.3).
Uno se imagina que Lucas experimentó, tanto como nosotros hoy, el problema del
lenguaje: cómo y con qué palabras expresar la experiencia vivida por aquella joven.
Se trata, nada menos y nada más, de la concepción “según la carne” del Hijo de
Dios. Por suerte, disponía de la larga tradición literaria y teológica de la Biblia. El,
pues, vació su información en los moldes del lenguaje preparado en el corazón de
Israel. La tela del relato de la Anunciación está tejida toda ella con hilos bíblicos. La
Revelación es una maravillosa mina de expresiones, imágenes y símbolos para
intentar traducir en lenguaje humano el misterio inefable de Dios.
Nazaret era una aldea de una veintena de casas, unos ciento cincuenta habitantes,
según los arqueólogos. “¿De Nazaret puede salir algo bueno?", se preguntaban los
contemporáneos de Jesús. Al contemplar a María en su pequeña y pobre casa nos
acercamos a la humildad de la Encarnación: “Se anonad, tomando la condicin de
esclavo” dirá san Pablo más tarde. (Fp.2,7).
“Alégrate, la llena de gracia, el Seor está contigo”. Alégrate es la expresión con
que los profetas anuncian reiteradamente a Israel la venida de los tiempos
mesiánicos de salvación para el pueblo. Y “el Seor ésta contigo” es la fórmula
habitual con que se sienten alentados quienes son llamados por Dios a una alta
misión. La nueva misión se manifiesta también cambiando el nombre del llamado.
En este caso el ángel se dirige a María con un nombre nuevo: “La llena de gracia”.
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”.
La Escritura no utiliza definiciones dogmáticas, sino un juego admirable de
imágenes y símbolos, el lenguaje más apto para lo inexpresable: La nube y la
sombra son los signos inequívocos de la presencia de Dios. El Espíritu, que, al
comienzo del Génesis, planeaba sobre las aguas primordiales para dar la vida, es
como si inaugurara ahora una nueva creación. La sombra de la nube desde la que
Dios hablaba a Moisés o cubría el Templo indican que María es ahora el habitáculo
de la presencia de Dios. Para una muchacha judía habituada al lenguaje bíblico las
palabras del ángel traían toda esa evocación. Sólo quien acepta ponerse a ese nivel
de fe, podrá sobrepasar la superficie del relato.
Dios no entra a saco en la vida de María, respeta los niveles de libertad y de
responsabilidad. Pero María ha percibido, a través de las imágenes, lo esencial para
comprometerse. Su respuesta es admirable. Hay “síes” que cambian la historia del
hombre y del mundo. El de María no pudo ser de más disponibilidad: “Aquí está la
esclava del Seor. Hágase en mi según tu palabra”. ¡Magnífica ejemplar respuesta
para quienes nos disponemos a celebrar la Navidad!
En estos días se abre en muchas parroquias la tradicional campaña navideña para
compartir con los pobres. Es una manera práctica de dar nuestro “sí” a Jesús, que
en su encarnación se ha identificado con todo hombre, pero de manera especial con
los más necesitados. La crisis económica ha agudizado multiplicado las necesidades