"Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí
jamás tendrá sed".
Jn 6, 30-35
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ESTEBAN TIENE EL ENCANTO DEL TESTIMONIO VALIENTE E INTRÉPIDO
Esteban tiene el encanto del testimonio valiente e intrépido, un testimonio que desafía a los
adversarios, que no les halaga, que no intenta defenderse, sino que proclama con una
lucidez impresionante su propia fe. Tampoco usa -y lo hace adrede- ni pizca de diplomacia.
Es posible que quiera despertar y agitar a la misma comunidad cristiana, que, atemorizada
por las primeras persecuciones, corría el riesgo de convertirse en una secta judía por amor
a la vida tranquila o, al menos, por la necesidad de sobrevivir. Esteban ve también el peligro
que supone para la joven comunidad cristiana mirar más al pasado que al futuro, el peligro
que supone una Iglesia más preocupada por la continuidad con la tradición que por la
novedad cristiana.
El diácono aparece presentado como alguien que ha comprendido a fondo el alcance de la
novedad cristiana, la ruptura que implicaba la fe en Cristo con respecto a cierta tradición
fosilizada, la necesidad de no dejarse apresar por compromisos de ningún tipo. Por algo
será Saulo su continuador en la afirmación de la “diversidad” cristiana, en la acentuación de
las peculiaridades de la nueva fe, en el correr los riesgos que traía consigo la ruptura con el
pasado. Esteban no está dispuesto a transigir ni a bajar a compromisos... Su sacudida ha
resultado beneficiosa, incluso por encima de lo necesario. No se vive sólo de mediaciones,
sino que, especialmente en determinados momentos decisivos, se hacen necesarias las
posiciones claras. Esteban es el prototipo de la parresía cristiana, siempre necesaria,
incluso para evitar los riesgos del concordismo.
ORACION
Señor mío, cuánto me turba hoy Esteban. ¿Cómo es que hoy me parece excesivo,
exagerado, desmesurado? ¿No será que soy yo demasiado moderado, mesurado,
equilibrado? Debo confesártelo: ya no estoy tan acostumbrado a ver tamaña seguridad y
capacidad de desafío. Por eso debo pedirte hoy que me concedas un suplemento de tu
Espíritu, para que comprenda la figura de Esteban, para que también yo pueda tener al
menos un poco de su valentía para proclamarte como mi Señor, para no tener miedo de
decir, en voz alta, que mis opciones están apoyadas por los “cielos abiertos” y por el hecho
de que te contemplo como el Resucitado, glorioso a la diestra del Padre. Para tener el
atrevimiento de desafiar a los que querrían borrar las huellas de tu presencia, para tener la
luz que necesita una lectura de la historia y de los acontecimientos humanos de un modo no
convencional.
Señor, qué tímida es mi fe cuando la comparo con la de Esteban. Qué frágil es mi caminar.
Cuántas veces siento la tentación de acusar de intransigencia cualquier actitud de firmeza.
Ayúdame a no quedarme prisionero de mi vivir tranquilo. Ayúdame a discernir. Ayúdame a
no desertar de la tarea de ser tu testigo.