La Ascension del Señor A
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Hechos 1,1-11; Efesios 1,17-23; Mateo 28, 6-20
EVANGELIO
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les
había indicado. Al verlo ellos se postraron, pero algunos dudaban. Acercándose a
ellos, Jesús les dijo: -Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
HOMILÍA
Cuando Jesús volvió a su casa, al cielo y se sentó a la derecha del Padre, los
ángeles celebraron una fiesta para darle la bienvenida.
Había globos, pancartas, confetti, música y un gran cartel que decía: Bienvenido a
casa. Misin cumplida”.
Uno de los ángeles le hizo una entrevista sobre su estancia en el mundo de los
hombres para el periódico local.
-Y ahora que tú, Jesús, has dejado la tierra, ¿quién va a continuar tu tarea?
-Once hombres que me aman, contestó Jesús.
-¿Y si fracasan? ¿No tienes un plan B?
-No. No hay ningún otro plan.
Celebramos la fiesta de la Ascensión como lo hacían los primeros cristianos para
recordarnos algo que siempre necesitamos oír: “Sabed que yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo”. “Cuando el Espíritu Santo descienda sobre
vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos”.
No. No hay plan B. Hemos recibido poder, no es nuestro, nunca lo ha sido ni lo
será, es el poder del Espíritu.
Y la promesa de Cristo que está con nosotros nos ahorra el confiar en líderes
humanos por santos y maravillosos que sean.
“Una verdad, una doctrina, una religin no necesitan espacio para ellos. Pero Cristo
no slo necesita oídos o corazones, necesita gente viva que lo siga”.
A la misión cumplida de Jesús se suma ahora la misión a cumplir por nosotros, en
este hoy de la Iglesia.
Ahora comienza el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la misión, tiempo de dejar
huellas de trascendencia, de justicia, de verdad, de mirar al cielo y al mundo y de
ser testigos del Seor que nos envía y es la “cabeza de la Iglesia”.
“A cada uno de los que hoy miramos al cielo casi de reojo seguro que se nos
ilumina una gran sonrisa en el rostro que grita desde nuestro interior: gracias,
Señor, por darme el empujón que necesitaba para moverme y salir al mundo a
buscarte y compartirte.
Ese es el mejor mensaje de la Ascensión de Jesús al cielo, que se ha ido para
quedarse”.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P