V Domingo del Tiempo Ordinario
P. Félix Jiménez Tutor, escolapio
Escritura:
Isaías 58. 7-10; 1 Corintios 2, 1-5; Mateo 5, 13-16
EVANGELIO
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si
la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que
la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de
un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino
para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den
gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
HOMILÍA
EL FARO
Un faro, estratégicamente colocado en lo alto de las rocas de la playa, servía de
guía a los barcos para entrar en el puerto sin chocar contra las rocas.
En cierta ocasión el encargado de encenderlo cayó enfermo y un substituto se
encargó de su funcionamiento temporalmente.
Un día estalló una poderosa tormenta y la arena, las ramas y todo tipo de objetos
volaban alrededor del faro llevados por el viento.
El encargado temporalmente de su funcionamiento cogió una grande lona y tapó la
linterna para protegerla contra la tormenta.
Aquella noche un barco chocó contra las rocas y se hundió.
LA IGLESIA EN LO ALTO DE LA MONTAÑA
Érase una iglesia construida en lo alto de una montaña de Suiza.
La iglesia era muy hermosa y había sido edificada con mucho cuidado. Pero a la
iglesia le faltaba una cosa. Por sorprendente que les parezca era una iglesia sin
ningún tipo de iluminación.
Los domingos, al atardecer, la gente de los alrededores contemplaba siempre el
mismo milagro.
Las campanas sonaban y los feligreses subían lentamente la colina para la
celebración dominical.
Entraban todos a la iglesia y ésta, de repente, se llenaba de luz y de un gran
resplandor.
Los feligreses subían con sus antorchas, las encendían y las colocaban en las
paredes para que su luz llenara toda la iglesia.
Si los fieles eran pocos la luz era muy tenue, pero si eran muchos la luz era mucho
más intensa.
Terminada la celebración, los fieles regresaban a casa con sus antorchas
encendidas y los que los veían bajar la colina contemplaban un gran río de luz que
salía de la iglesia e iluminaba la montaña.
La iglesia de la montaña se convertía en verdadera iglesia cuando se llenaba de
gente, en esos momentos era cuando todos los creyentes eran luz para los no
creyentes y se hacía verdad la palabra de Jesús: “vosotros sois la luz del mundo”.
El domingo pasado comenzamos la catequesis del Sermón de la Montaña.
Proclamamos las Bienaventuranzas. Beso, Bendición y Promesa de Felicidad para
los que cambian de corazón, escuchan la llamada de Jesús y emprenden el viaje de
la fe con la intención de vivir de otra manera.
Jesús no nos impone nada. Jesús también se saltó a la torera las normas de Moisés
que, entre otras muchas cosas, prohibían tocar a los leprosos y Él los tocó, beso de
amor y de sanación.
Jesús, en este evangelio, nos define a sus seguidores y nos revela nuestra nueva
identidad.
“Vosotros”, mis seguidores, mis amigos, no los paganos, “vosotros sois la sal de la
tierra”. “Vosotros sois la luz del mundo”.
“Vosotros”, llamados a no indoctrinar a nadie, sí llamados a dar testimonio de
vuestra nueva identidad, de vuestro nuevo ser.
La metáfora de la sal.
La sal conocida y usada seis mil años antes de Cristo ha acompañado siempre a la
humanidad como elemento esencial y cotidiano. Dicen que hasta los soldados
romanos eran, a veces, pagados con sal.
¿Tiene sentido el que Jesús nos diga que somos sal? ¿Cuál es el papel de la sal?
La sal conserva los alimentos, especialmente las carnes, y evita su corrupción.
La sal sazona y da sabor.
La sal se disuelve y no se ve, pero su acción es eficaz.
Si nosotros somos sal, ¿cuál será nuestro papel en medio de la sociedad en la que
nos toca vivir?
“Vosotros”, llamados a conservar el mensaje de Jesús en toda su pureza.
“Vosotros”, llamados a no contaminar con vuestras teorías y preceptos meramente
humanos la enseñanza del Maestro.
“Vosotros”, llamados a conservar la fe en Jesús, el que la comienza y la
perfecciona.
“Vosotros”, llamados a sazonar las relaciones humanas y la sociedad más próxima
con los valores evangélicos y trascendentes.
“Vosotros”, llamados a actuar con pasión desde la fuerza del evangelio, a
transformar el mundo.
Ser cristiano, dicen, es una enfermedad que muchos quieren curar y declararla en
proceso de extinción. A nosotros nos conserva, sazona y nos cura.
“Vosotros sois la luz”.
Faro para iluminar el camino de los viajeros ciegos para que no se estrellen contra
las rocas y lleguen felizmente al puerto de la salvación.
Antorchas que iluminan a los de dentro de la iglesia y a los de fuera.
El ministro de industria nos regaló unas bombillas de bajo consumo. El verdadero
seguidor de Jesús tiene que ser bombilla de alto voltaje para iluminar las tinieblas
de las injusticias, las guerras, las avaricias y las ambiciones que hacen que la vida
de tantos hermanos sea tan difícil y trágica.
La caverna oyó una voz que le llamaba; “sal a la luz, sal y mira mi resplandor”.
La caverna le contestó:”No conozco eso. ¿Quieres decir que aquí dentro sólo hay
oscuridad?
Finalmente la caverna se aventuró a salir y se sorprendió al ver tanta luz por todas
partes.
Y le dijo: “Ven a mi cueva y mira la oscuridad, pero cuando el sol entró ya no hubo
oscuridad.
Dejemos entrar en nuestra cueva al sol, Jesús, y ya no habrá más oscuridad en
nuestra vida.
Hoy, se invita a todos: ateos, gays agnósticos…a salir del armario y hacer pública
su identidad oculta.
¿Qué pasaría si todos los cristianos saliéramos del armario y proclamáramos
nuestra identidad?
Salir del armario de la rutina y de la comodidad y profesar valientemente nuestra fe
equivale a ser sal y luz.
Padre Félix Jiménez Tutor, Sch.P